Apostar con Jesús y Pascal: dos ofertas prudentes para la creencia cristiana

Author:

Jonah Haddad

Article ID:

JAF1222JDSP

Updated: 

Oct 3, 2023

Published:

Dec 6, 2022

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Traductor: Martín Bodadilla


SINOPSIS

Las elecciones, mundanas e importantes, se hacen empleando el razonamiento teórico de la decisión. Las probabilidades, lo que está en juego, el riesgo, el coste y el beneficio se sopesan conjuntamente para determinar el curso de acción más prudente. A veces las pruebas disponibles guían la decisión. Otras veces, la elección recae en conjeturas o preferencias personales. El cristianismo bíblico ofrece dos opciones: seguir a Jesús y ganar la vida, o rechazarlo y perder el alma. Cuando se consideran decisiones de magnitud eterna, el agnosticismo no es una opción viable. Hay que actuar.

Blaise Pascal pidió a su audiencia que apostara por Dios. Razonaba que, si resultaba que Dios no existía, lo peor que le podía pasar al que apostaba eran unos pequeños inconvenientes en esta vida. Apostar contra Dios y posiblemente perderlo todo es un riesgo que ninguna persona racional debería estar dispuesta a correr. Yo sostengo que siglos antes de que Pascal hiciera su apuesta, Jesús hizo una apuesta similar, pero más arriesgada, cuando pidió a sus discípulos que tomaran su cruz y le siguieran. Jesús elevó la apuesta señalando el sufrimiento inevitable que acompañaría al discipulado. Al pedir a su audiencia que abandonara el mundo y le siguiera, Jesús hizo la apuesta más tangible, señalándose a sí mismo y a los beneficios de conocerle como la recompensa final. Creo que las apuestas de Pascal y de Jesús, tomadas en conjunto, constituyen un incentivo prudente y racional para aceptar los principios fundamentales de la fe cristiana.


La mayoría de la gente emplea el razonamiento teórico de la decisión casi a diario. Las elecciones, importantes y mundanas, se someten a un análisis improvisado, si no es que mecánico. Las probabilidades, los costes, los riesgos y los beneficios se filtran y se sopesan frente a los deseos, las necesidades, los miedos y los sueños. Veamos un ejemplo: «Si salgo ahora a trabajar, no tendré tiempo de desayunar, pero evitaré el tráfico. Sin embargo, si me tomo tiempo para desayunar, puede que llegue tarde al trabajo. Además, si no desayuno, me faltará energía y daré un mal rendimiento. ¿Debo tomarme tiempo para desayunar?». O demos otro ejemplo: «¿Debo coger un crucero caro para mis vacaciones? Si lo hago, puede que no tenga dinero suficiente para pagar la remodelación del sótano que llevo años queriendo hacer. Pero realmente necesito un descanso. ¿Qué es más importante? ¿Qué me dará más satisfacción a largo plazo? ¿Puedo hacer las dos cosas?»

Estos ejemplos representan casos triviales de razonamiento teórico. Muchas decisiones cotidianas y mundanas requieren al menos un mínimo de análisis de costes, beneficios y riesgos. Es habitual que nos paremos a pensar en las decisiones cotidianas al sopesar cómo afectan a las finanzas, las relaciones y los compromisos de tiempo. ¿Cuánto más, entonces, deberíamos sopesar las decisiones de consecuencias eternas? En su argumento de la apuesta, Blaise Pascal expuso la importancia de la eternidad ante sus colegas agnósticos del siglo XVII. Pascal razonaba que, cuando la evidencia de Dios no es concluyente para un individuo, es mejor para esa persona apostar por la creencia y la posibilidad de la vida eterna que apostar por la incredulidad y arriesgarse a la condenación eterna. De este modo, la eternidad puede depender del lanzamiento de una moneda al aire: una apuesta por Dios.

La apuesta de Pascal es un intento de convencer al agnóstico de las ventajas eternas de creer. Sin que él lo supiera (murió antes de que se publicara el argumento de su apuesta), Pascal convirtió la apuesta sobre Dios en tema de debate y controversia entre filósofos y teólogos durante siglos. Pero mucho antes de que Pascal extendiera su oferta prudente a sus pares escépticos, Jesús hizo una oferta similar: Más vale confiar en mí, negarse a sí mismo y ganar la vida, que seguir al mundo y perder el alma (ver Mateo 16:24-26).

En su apuesta, Jesús pide a sus oyentes que sopesen el valor de su cruz frente al valor del mundo. Se revelan dos caminos: la vida y la muerte. Se hace una invitación: abandonar lo pasajero y perseguir lo eterno. La apuesta de Jesús, como la llamaré, tiene algunas similitudes importantes con la de Pascal. Teniendo esto en cuenta, argumentaré dos cosas: 1) que, al aplicar el pensamiento teórico de la decisión a las afirmaciones cristianas sobre la verdad, no es irracional confiar en Jesús —es decir, hacer una apuesta razonada por Jesús, y 2) que apostar por Jesús es más que un mero ejercicio intelectual o lanzar una moneda al aire; es una relación que cambia la vida, arraigada en la realidad de quién es Jesús y qué ha hecho. Apostar por Jesús es apoyarse en una promesa amplificada por su resurrección y verificada por el testimonio de las Escrituras.

La apuesta de Pascal

Conviene comparar estas dos apuestas. La aplicación por Pascal del análisis teórico de la decisión en su argumento de la apuesta es reconocida como una contribución importante, si no notoria, dentro de la historia de la apologética cristiana. Pascal argumentaba que, en ausencia de una prueba convincente de la creencia teísta, el agnóstico debería arriesgarse a creer en el Dios cristiano y obtener la vida eterna, en lugar de negarlo y arriesgarse al castigo eterno. En resumen, la apuesta de Pascal no es un argumento a favor de la existencia de Dios, sino a favor de la racionalidad de la creencia en la existencia de Dios.

En los Pensées, donde Pascal discute su apuesta entre teísmo y ateísmo, afirma que «por la razón no se puede adoptar ni uno ni otro; por la razón no se puede defender ninguno de los dos» (418/233).1  Al utilizar el término razón, Pascal tiene claramente en mente situaciones en las que la evidencia es insuficiente para justificar la creencia.

Consideremos el argumento tal como lo concibe Pascal:

Dios es o no es; ¿hacia qué lado nos inclinaremos? La razón no puede determinar nada… Hay que apostar. No hay elección, ya has empezado. ¿Cuál elegirás? Veamos, ya que debemos elegir. Veamos cuál nos interesa menos. Tienes dos cosas que perder: lo verdadero y lo bueno, y dos cosas que ganar: tu razón y tu voluntad, tu conocimiento y tu felicidad. Tu naturaleza tiene dos cosas que evitar: el error y la desdicha… Evaluemos la ganancia y la pérdida de adivinar que Dios existe. Valoremos las dos opciones: si ganas, lo ganas todo, y si pierdes, no pierdes nada. Apuesta entonces que él existe sin dudarlo (418/233).

Nótese que el argumento de la apuesta se construye como una apuesta teórico-decisional sobre la existencia de Dios. Apostar por la existencia de Dios es adoptar la actitud cognitiva de que Él existe, y creer que, si lo hace, se obtendrá una recompensa trascendental. Apostar erróneamente por la existencia de Dios es perder poco o nada. Por el contrario, una apuesta equivocada a favor del ateísmo puede acarrear una pérdida trascendental si resulta que Dios existe realmente. Para Pascal, la respuesta prudente es claramente la de la apuesta más segura: Dios existe. En el cuadro 1, la existencia de Dios tiene una probabilidad del 50% (pr=0.5). Lo que está en juego es la eternidad.

Tabla 1 – Matriz de decisión de Pascal

Es posible leer la apuesta de Pascal como un argumento que se desarrolla en varios pasos. En primer lugar, Pascal pide al apostante que elija la estrategia dominante. Se pide al apostante que realice el acto que domina entre varios actos de un conjunto sin tener en cuenta las probabilidades. El acto dominante es el que produce el mejor resultado (o utilidad) posible en un escenario de lotería. Según Ian Hacking, la apuesta considera en primer lugar cuál de los dos actos domina al otro, independientemente de las asignaciones de probabilidad.2  El argumento de la dominación se refiere a la idea de que, si Dios existe, sobreviene la salvación eterna o la felicidad infinita. La dominación por sí sola debería inclinarnos hacia una apuesta a favor de Dios.

En segundo lugar, Pascal examina la utilidad esperada. Ofrece un riesgo calculado probabilísticamente.3 Fijando la probabilidad de la existencia de Dios en 0.5, Pascal compara su apuesta con el lanzamiento de una moneda. Asume indiferencia hacia la evidencia en su asignación de probabilidades, en lugar de apuntar a la evidencia antecedente de que la moneda es imparcial. Merece la pena señalar que, aunque la asignación de una probabilidad de 0.5 parece arbitraria, los elementos probatorios no se tienen en cuenta en esta fase de la apología de Pascal. Dejando que la apuesta se sostenga por su propio mérito, dice que «se ata las manos» y nos pide que imaginemos que las consideraciones probatorias son irrelevantes a la hora de asignar probabilidad a la existencia de Dios.4

En tercer lugar, puede razonarse que, si la asignación de probabilidad y la utilidad esperada convergen para dominar otros actos en un estado de cosas, deben tenerse en cuenta las expectativas dominantes.5 Las expectativas dominantes consideran la asignación de probabilidad global para la existencia de Dios. Según el razonamiento de Pascal, y como se ha señalado anteriormente, la probabilidad de la existencia de Dios tiene una asignación arbitraria de 0.5. Unas probabilidades tan exactas difícilmente son realistas, pero la belleza de la apuesta de Pascal es que, al asignar una recompensa infinita a una apuesta acertada sobre la existencia de Dios, y al establecer una apuesta baja, el que apuesta por Dios está en condiciones de ganar a lo grande. El argumento de las expectativas dominantes afirma que incluso una probabilidad no nula terriblemente baja de la existencia de Dios no es suficiente para disuadir de una apuesta a favor de Dios si la utilidad esperada sigue siendo alta o tiende hacia el infinito.6 Mientras la recompensa sea trascendental y el coste para el apostante sea bajo, una apuesta pro-teísta sobre una probabilidad no nula de la existencia de Dios parece de lo más prudente.

Es discutible si Pascal pretendía presentar tres argumentos separados, o si su razonamiento sirve para demostrar la cuidadosa progresión de su argumento mediante pasos intermitentes.7 En cualquier caso, la apuesta es susceptible de varias objeciones dignas de mención. La popular objeción de los muchos dioses pregunta por qué deberíamos inclinarnos a apostar por el Dios de la Biblia cuando se podrían considerar otros innumerables dioses. A este respecto, basta recordar al objetor que la apuesta de Pascal se ofreció a los franceses del siglo XVII en un contexto casi exclusivamente católico romano.8 El objetivo de la apuesta es abordar las opciones epistémicas más defendibles para el agnóstico en cuestión. Aunque Pascal aborda brevemente el islam en sus escritos apologéticos, el teísmo judeocristiano parece ser su principal preocupación.

La objeción moral cuestiona la virtud intelectual de jugar con algo tan sagrado como las creencias humanas, en particular la creencia en un creador putativo y señor del universo. Esta preocupación, sin embargo, puede atenuarse si adoptamos la postura de que Pascal ofrece una apuesta solo cuando ninguna otra apología de la fe cristiana ha logrado su objetivo. Los Pensées —un tratamiento fragmentario, pero exhaustivo, de la coherencia de la cosmovisión cristiana— examinan la naturaleza humana y sugieren el relato bíblico de la creación, la caída y la redención como la mejor explicación de la antropología y la teología. Teniendo en cuenta este punto de vista, no es descabellado considerar la apuesta como un último recurso —un alegato persuasivo final, más que una descuidada arremetida intelectual para alejarse de la realidad.

Otras objeciones cuestionan la probabilidad que Pascal asigna a la existencia de Dios, y el absurdo matemático del infinito en el contexto de una apuesta. La objeción de la inundación afirma que, puesto que la oferta de una recompensa infinita crea un cálculo matemáticamente absurdo (infinito multiplicado por cualquier asignación de probabilidad sigue siendo infinito), los méritos de una apuesta sobre Dios no pueden calcularse de forma realista. Por ejemplo, la mayoría de las personas racionales considerarían que una apuesta de 1 dólar con un 25% de posibilidades de ganar 1.000 dólares es mejor que una apuesta de 1 dólar con un 75% de posibilidades de ganar 2 dólares. Pero ¿cómo podemos calcular el infinito en relación con las probabilidades? La inconmensurable recompensa del infinito por creer en Dios, incluso cuando se calcula en términos de una probabilidad infinitesimal de la existencia de Dios, sigue siendo infinita y anega cualquier cálculo en contra de Dios, no importa lo alta que sea la probabilidad en su contra. Una millonésima parte de un porcentaje multiplicado por infinito es igual a infinito, lo que significa que matemáticamente deberíamos aceptar la apuesta a pesar de las terribles probabilidades.

Para responder a la objeción de la inundación simplemente hay que modificar la asignación de valor de la recompensa. El infinito puede sustituirse fácilmente por un número trascendental pero finito, con lo que las matemáticas salen bien. En lugar de una recompensa infinita, el apostador podría ganar, digamos, un millón de unidades de felicidad o alguna otra medida de recompensa grande pero arbitraria. Una modificación de la recompensa por creer en Dios permitiría hacer un cálculo de probabilidades razonable y compararlo con las alternativas.

Esta muestra de objeciones demuestra que la apuesta de Pascal no está exenta de problemas.9 Pero no olvidemos el propósito de la apuesta. La intención de Pascal era preguntar a sus semejantes cuál sería el curso de acción más sabio ante la posibilidad de la existencia de un Dios creador, santo y eterno. El objetivo de Pascal no era invitar a creer a pesar de las pruebas de lo contrario. Su objetivo era hacer que el agnóstico se retorciera en su complacencia cuando se enfrentaba a los asuntos más importantes de la vida. La apuesta era una invitación a salir de la penumbra de las dudas improductivas y entrar en la luz de la creencia cristiana.

La apuesta de Jesús

Siglos antes de que la apuesta de Pascal suscitara el debate entre filósofos y teólogos, Jesús planteó un argumento similar a favor de la fe. Pidió a sus discípulos que eligieran a quién servir. Mateo 16:24-26 relata las palabras de Jesús:

Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará. Porque ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?10

Como Pascal, Jesús invita a tomar una decisión. A diferencia de Pascal, Jesús sube la apuesta prometiendo dificultades y pruebas a cualquiera que se decida por Él. La decisión no es sencilla. Se apueste por donde se apueste, hay algo que ganar y algo que perder. De este modo, la vida eterna puede no parecer necesariamente atractiva cuando el apostante se enfrenta a la inmediatez de la abnegación, el abandono de los placeres terrenales y el sufrimiento físico representado por una cruz romana. Por el contrario, la autoafirmación y los placeres terrenales pueden parecer sumamente atractivos cuando el estado eterno del alma después de la muerte puede parecer una preocupación lejana y abstracta.

El razonamiento teórico de la decisión al que invita la apuesta de Jesús es algo menos complejo que el de Pascal. Solo hay dos opciones reales explícitas en el texto. En el cuadro 2, la primera opción es «sígueme» + abnegación = salvación eterna y probable sufrimiento presente. La segunda opción es «seguir al mundo» + autoafirmación = condenación eterna y posible felicidad presente. La matriz de decisión representada en la Tabla 2 se construyó para incluir también otros dos posibles resultados implícitos en las enseñanzas de Jesús a lo largo de los relatos evangélicos. Se trata del falso discipulado y de la adoración de sí mismo. No los discutiremos en este momento. Lo importante es que Jesús no se anda con rodeos. Solo hay una opción que puede acabar bien: seguir a Jesús a toda costa y con una devoción inquebrantable.

Tabla 2 – Matriz de decisión de Jesús

La apuesta de Jesús es una oferta prudente en el sentido de que nos pide que renunciemos a algo de valor a cambio de la promesa de algo de valor aún mayor. Pero ¿es la apuesta de Jesús una verdadera apuesta en el sentido de la teoría de la decisión elaborada por Pascal? Hay algunas diferencias notables entre ambas. Mientras que Pascal pide al apostante que apueste la creencia en Dios, en un tipo general de teísmo cristiano, Jesús pide a sus discípulos que apuesten un estrecho vínculo relacional con Él mismo —Dios en la carne, el Mesías prometido. Para Jesús, ni el objeto de la creencia ni la recompensa por creer se presentan como realidades abstractas a distancia. Para los discípulos, la recompensa estaba ahí mismo, delante de ellos. Jesús mismo volvería en gloria. Jesús mismo pagaría a cada uno según lo que hubiera hecho.

Otra diferencia entre las dos apuestas se ve en cómo se miden el dominio, la utilidad y la expectativa en la invitación de Jesús. La apuesta de Jesús carece de asignación de probabilidades. No asigna probabilidades. Más bien, ofrece una garantía —una promesa de que el resultado será de una determinada manera. Mientras que Pascal da 0.5 probabilidades a una recompensa trascendental, podríamos decir que Jesús da 1.0 probabilidades a una mezcla de recompensa trascendental y pruebas momentáneas significativas. A primera vista, parece que la apuesta de Jesús se parece menos a un arriesgado juego de dados que a un juego de feria en el que todos los que apuestan a favor de Jesús son ganadores, aunque no les gusten algunos aspectos del premio.

El razonamiento teórico que hay que emplear para responder a la oferta de Jesús depende de cuánto del presente hay que arriesgar a cambio de un futuro glorioso. Para algunos, la estrategia dominante está clara: la dicha eterna merece una vida de penurias. Para otros, ninguna promesa eterna es suficiente para renunciar a una vida tranquila de placeres sencillos e indulgencias epicúreas. Jesús pide a sus discípulos, y a cada generación posterior, que consideren el valor de su alma y si están dispuestos a confiársela a Él.

La decisión no es tan fácil como parece. ¿Cómo sé que tengo un alma eterna? ¿Quién es Jesús para que le confíe mi vida? ¿Con qué autoridad afirma Jesús que recompensará a sus seguidores? ¿Cuántos otros «mesías» han venido haciendo promesas vacías de recompensa a cambio de lealtad? No son preguntas triviales. Aunque responderlas en profundidad está fuera del alcance de este artículo,11  el relato histórico de testigos oculares de la vida, muerte y resurrección de Jesús en los Evangelios corrobora su promesa. Si Jesús es quien dice ser (Juan 14:6), quien el Padre dice que es (Mateo 3:17) y quien los profetas dicen que es (Isaías 53), entonces no es irracional apostar por Él. Si su muerte y resurrección son realidades históricas respaldadas por el testimonio de testigos oculares, entonces no es irracional apostar por Jesús. Si los relatos evangélicos han relatado con precisión cómo Jesús cumple siglos de revelación divina, entonces confiar en Jesús es más que una mera apuesta; es una convicción arraigada en la verdad y capaz de sostener al creyente a través de pruebas y dificultades.

Apuesta o promesa

La apuesta de Pascal pide al jugador que dé un paso hacia Dios. Está diseñada para invitar a una actitud cognitiva de aceptación de la proposición de que Dios existe. Pascal pide al jugador que pruebe a Dios —que acepte al Dios cristiano y vea a dónde le lleva. Además, Pascal advierte del peligro de rechazar a Dios. Curiosamente, Jesús advierte de todo lo contrario —el peligro de aceptar a Dios. Caminar con Jesús es enfrentarse a los ataques del mundo, la carne y el diablo (Efesios 2:1-3). Jesús pide a sus seguidores que cuenten el coste y confíen en la promesa. La aceptación intelectual de una actitud cognitiva no es suficiente. Jesús quiere corazón, alma, mente y fuerza (Marcos 12:30). Quiere que conozcamos el riesgo de convertirle en nuestro Señor, al tiempo que recibimos los beneficios de la transformación y la curación que Él ofrece (Romanos 12:1-2).

A pesar de las diferencias en sus argumentos, tanto Pascal como Jesús nos recuerdan que apostar por Dios es una apuesta ganadora. El seguidor de Cristo Jesús no deja su destino al azar de los dados o a los resultados fatalistas de un universo ciego e irreflexivo. Las estrellas, en sus diversas alineaciones, no se preocupan por los seres humanos. Pero al Creador soberano de las estrellas sí le importa, ya que orquesta su plan de salvación en el amor, tanto en esta vida como en la venidera (Efesios 1:1-14). Cualquiera que sea el riesgo, el costo, las probabilidades o los beneficios, seguir a Jesús es más que una apuesta; es una relación que cambia la vida, que comienza aquí y ahora, y se extiende por toda la eternidad.

Jonah Haddad (MA en Filosofía de la Religión, Seminario de Denver) es investigador en epistemología por la Universidad de Aberdeen, Reino Unido. Trabaja como pastor asociado en Colorado.

 

Notas:

  1. Todas las citas de Pensées son mi traducción, del texto estándar de Louis Lafuma Œuvres Complètes (1963).
  2. Ian Hacking, «The Logic of the Wager», American Philosophical Quarterly 9.2 (1972): 187.
  3. Ver Nicholas Rescher, Pascal’s Wager: A Study in Practical Reasoning in Philosophical Theology (Notre Dame, IN: Notre Dame University Press, 1985), 33.
  4. Pascal, Pensées (418/233).
  5. Ver Hacking, Logic of Wager, 188.
  6. James Franklin sugiere sustituir la noción de infinito por algo trascendental pero finito. Ver James Franklin, «Pascal’s Wager and the Origins of Decision Theory: Decision-Making by Real Decision-Makers», Pascal’s Wager, ed., Paul Bartha y Lawrence Pasternack. Paul Bartha y Lawrence Pasternack (Cambridge: Cambridge University Press, 2018), 27-44.
  7. Hacking cree que hay tres argumentos contenidos en el texto de Pascal.
  8. Tras la Reforma protestante, en la época de Pascal solo quedaba en Francia un pequeño porcentaje de calvinistas.
  9. Otra objeción se refiere a si es posible coaccionar la creencia. Algunos filósofos piensan que es mejor utilizar un término más débil, como consentimiento, en lugar de un término epistémico de más peso como creencia.
  10. Citas bíblicas de la ESV. [Las citas para la presente traducción están tomadas de la Reina Valera 1960, N. del T.]
  11. Para un tratamiento claro de estas cuestiones, ver Douglas Groothuis, Christian Apologetics: A Comprehensive Case for Biblical Faith, 2nd ed. (Downers Grove, IL: InterVarsity, 2022).
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