DIOS Y NUESTRA IGNORANCIA

Author:

Douglas Groothuis

Article ID:

JAF5433SP

Updated: 

Oct 3, 2023

Published:

Aug 22, 2022

Este artículo apareció por primera vez en el Christian Research Journal, volumen 43, número 03 (2020).

Traductor: Martín Bobadilla


Ignorante no es un término que utilicemos para elogiar a los demás. Sin embargo, me parece adecuado para describir las mentes que hay detrás de muchos comentarios en las redes sociales. Un ignorante habla o escribe sobre (1) lo que no sabe y sobre (2) lo que debería saber y no sabe. Nadie debería ser un ignorante; sin embargo, todo el mundo necesita una buena filosofía de la ignorancia. La revelación de Dios en las Escrituras nos proporciona precisamente eso. Primero, sin embargo, empezamos con el conocimiento, ya que es lo opuesto a la ignorancia.

Conocimiento

J. P. Moreland, haciéndose eco de su mentor Dallas Willard, ha enseñado acertada y repetidamente que el cristianismo es una «tradición de conocimiento». Estoy de acuerdo.1  Hay que hacer hincapié en el conocimiento, ya que muchos rechazan el cristianismo como una cuestión de fe ciega —algo que la gente pensante, la gente que «sabe», debe despreciar o tolerar.2 

Sin embargo, el cristianismo llama a todas las personas a estar «informadas» sobre Dios, sobre sí mismas y sobre el Evangelio. Jesús, Dios en la carne, ha dado a conocer al Padre al mundo (Juan 1:1-18) como «el camino, la verdad y la vida» (Juan 14:6).3  El apóstol Juan escribió su Evangelio para que los lectores pudieran conocer la verdad sobre Jesús. «Jesús hizo muchas otras señales milagrosas en presencia de sus discípulos, las cuales no están registradas en este libro. Pero estas se han escrito para que ustedes crean que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que al creer en su nombre tengan vida» (Juan 20:30-31).

Juan dio pruebas suficientes para justificar una creencia sabia y salvadora en Jesús como el Mesías (Juan 1:12-13). Lucas hizo lo mismo:

Muchos han intentado hacer un relato de las cosas que se han cumplido entre nosotros, tal y como nos las transmitieron los que desde el principio fueron testigos presenciales y servidores de la palabra. Por lo tanto, yo también, excelentísimo Teófilo, habiendo investigado todo esto con esmero desde su origen, he decidido escribírtelo ordenadamente, para que llegues a tener plena seguridad de lo que te enseñaron. (Lucas 1:1-4)

Lucas escribió para que sus lectores pudieran «conocer la certeza de las cosas» relativas a Jesús. Sus palabras no eran especulaciones ni creaban mitos. Más bien, inculcaba conocimiento. Pero ¿qué es el conocimiento?

Que alguien tenga conocimiento de una afirmación o de un tema significa que tiene razones o justificación para sus creencias. El conocimiento no es una cuestión de adivinar correctamente o de mera esperanza en algo que es improbable.4  Nuestras vidas son una mezcla continua de conocimiento e ignorancia. La persona sabia persigue el conocimiento de lo que hay que conocer y, por tanto, se esfuerza por disminuir la ignorancia (o el no saber). El escritor del Eclesiastés, por ejemplo, nos cuenta que se aplicó con ardor a la búsqueda de la sabiduría, pero que, sin embargo, a menudo se vio frustrado, desconcertado y abandonado en la lúgubre oscuridad de la ignorancia (Eclesiastés 5:18-20). Aun así, su búsqueda valió la pena; incluso en su frustración, fue capaz de discernir los límites entre el conocimiento y la ignorancia, dando así sentido a ambos, incluso «bajo el sol»5

El cristianismo es la fe de una persona pensante, como señaló C. S. Lewis en Mero Cristianismo: «Cualquiera que intente honestamente ser cristiano pronto verá que su inteligencia se agudiza: una de las razones por las que no se necesita una educación especial para ser cristiano es que el cristianismo es educación en sí mismo. Por eso un creyente inculto como [John] Bunyan pudo escribir un libro [El progreso del peregrino] que ha asombrado al mundo entero».6 

Ignorancia

Pero tenemos que considerar varios textos que hablan de nuestra invencible ignorancia —lo que no podemos saber y cómo debemos orientarnos ante nuestro no saber bajo Dios.7  Aunque Jesús nos reveló al Dios vivo y personal, no reveló las respuestas a algunas preguntas.

En aquella ocasión algunos que habían llegado le contaron a Jesús cómo Pilato había dado muerte a unos galileos cuando ellos ofrecían sus sacrificios. Jesús les respondió: «¿Piensan ustedes que esos galileos, por haber sufrido así, eran más pecadores que todos los demás? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan. ¿O piensan que aquellos dieciocho que fueron aplastados por la torre de Siloé eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? ¡Les digo que no! De la misma manera, todos ustedes perecerán, a menos que se arrepientan. (Lucas 13:1-5)

Jesús no explicó por qué las víctimas murieron como murieron. No iba a hacer un cálculo de la probabilidad de muerte violenta a causa del pecado. La cuestión era la vida y la muerte —el arrepentimiento para la salvación. La primera palabra del evangelio es siempre arrepentimiento. «Arrepiéntanse, porque el reino de los cielos está cerca» (Mateo 4:17), clamó Jesús al comienzo de su ministerio público. Después de su resurrección, dijo a sus discípulos que «predicarán el arrepentimiento y el perdón de pecados a todas las naciones, comenzando por Jerusalén» (Lucas 24:47).

Una vez le preguntaron al Señor por el momento en que se producirían los acontecimientos apocalípticos que había descrito. Respondió, «Pero, en cuanto al día y la hora, nadie lo sabe, ni siquiera los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre» (Mateo 24:36). Jesús sabía que podemos vivir con cierta ignorancia. Justo antes de que Jesús ascendiera al cielo, sus discípulos le hicieron una pregunta para la que no recibieron respuesta:

Entonces los que estaban reunidos con él le preguntaron: —Señor, ¿es ahora cuando vas a restablecer el reino a Israel? —No les toca a ustedes conocer la hora ni el momento determinados por la autoridad misma del Padre —les contestó Jesús—. Pero, cuando venga el Espíritu Santo sobre ustedes, recibirán poder y serán mis testigos tanto en Jerusalén como en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra. Habiendo dicho esto, mientras ellos lo miraban, fue llevado a las alturas hasta que una nube lo ocultó de su vista. (Hechos 1:6-9)

«No os toca a vosotros saberlo». Podemos saber que Jesús volverá para juzgar a vivos y muertos, y debemos anhelar su aparición (2Timoteo 4:8). No sabemos cuándo aparecerá, y eso está bien. Lo que nos corresponde es velar, orar, evangelizar y hacer buenas obras con fe (Mateo 25:31-46; 28:18-20). Cuando la gente predice falsamente la segunda venida, es un mal testimonio y hace que algunos duden de la verdad de la Biblia o del hecho de que Jesús vendrá otra vez. El locutor de radio y autor Harold Camping (fallecido en 2013) predijo el fin del mundo muchas veces, incluyendo el 21 de mayo de 2011 y el 21 de octubre de 2011. Después de esos fracasos, se disculpó por sus acciones pecaminosas.8  En 1988, Edgar Whisenant publicó un libro titulado 88 Reasons Why the Rapture Will Be in 1988 (88 Razones por las que el rapto será en 1988). Cuando ese año llegó y pasó, escribió que 1989 era el momento.9  Varios grupos religiosos han predicho falsamente la segunda venida, sólo para readaptar las profecías después del hecho de su fracaso. Los Testigos de Jehová son tristemente célebres por ello.10 

Las sectas siempre reclaman una revelación más allá de la Biblia, que utilizan para malinterpretar la Biblia. Pero la Biblia es suficiente como revelación especial de Dios. Pablo escribió que «las Sagradas Escrituras… pueden darte la sabiduría necesaria para la salvación mediante la fe en Cristo Jesús». «Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra» (2 Timoteo 3:15-17).

Podemos saber lo suficiente, y no debemos intentar entrometernos donde Dios nos ha ordenado que no vayamos: «Lo secreto le pertenece al Señor nuestro Dios, pero lo revelado nos pertenece a nosotros y a nuestros hijos para siempre, para que obedezcamos todas las palabras de esta ley» (Deuteronomio 29:29). Pero incluso entre los cristianos ortodoxos, meter con dificultad los acontecimientos y tendencias contemporáneos en los resultados escatológicos es más que una industria artesanal teológica. Se ha convertido en un gran negocio al plantear la especulación como conocimiento.

Incluso un apóstol de Cristo, receptor de la revelación divina, se deleita en su invencible ignorancia de los caminos de Dios. La doxología de Pablo en Romanos 11 es extraordinaria, dado que acababa de escribir en los capítulos anteriores la presentación más completa de la teología cristiana en toda la Biblia. Después de haber escrito sobre la revelación natural de Dios a nosotros, nuestro estado caído y el camino de la salvación en Cristo, Pablo clama:

 

¡Qué profundas son las riquezas

de la sabiduría y del conocimiento de Dios!

¡Qué indescifrables sus juicios

e impenetrables sus caminos!

«¿Quién ha conocido la mente del Señor,

o quién ha sido su consejero?»

«¿Quién le ha dado primero a Dios,

para que luego Dios le pague?»

Porque todas las cosas proceden de él,

y existen por él y para él.

¡A él sea la gloria por siempre! Amén. (Romanos 11:33-36)

Pablo elogia y alaba al Señor en el contexto de la revelación de Dios. No está adorando en un vacío cognitivo ni dando un salto ciego de fe.11  Teniendo en cuenta lo que Pablo sabe de Dios, infiere que Dios es mucho más de lo que él puede conocer —«las riquezas de su sabiduría y de su ciencia», sus «juicios inescrutables» y sus «caminos indescifrables». Dios no nos hace participar en su consejo y no recibe nada de nosotros por lo que deba pagarnos. Como dijo Pablo a los filósofos atenienses, «El Dios que hizo el mundo y todo lo que hay en él es Señor del cielo y de la tierra. No vive en templos construidos por hombres, ni se deja servir por manos humanas, como si necesitara de algo. Por el contrario, él es quien da a todos la vida, el aliento y todas las cosas» (Hechos 17:24-25).

La responsabilidad del conocimiento — y la ignorancia

Nuestro conocimiento está limitado por dos factores ineludibles —nuestra finitud y nuestra caída. La primera condición es intrínseca a lo que somos como criaturas. Somos seres limitados y mortales hechos para conocer a Dios, el mundo, a los demás y a nosotros mismos. No obstante, necesitamos la revelación de Dios para que nos dé el sentido último de la vida. Esto era cierto incluso en el jardín para Adán y Eva antes de la caída. Dios les habló (Génesis 1-2). Sin embargo, el pecado oscurece nuestro entendimiento debido a nuestro egocentrismo. Pablo escribe acerca de aquellos que «tienen oscurecido el entendimiento y están alejados de la vida que proviene de Dios» (Efesios 4:18).

Así pues, gran parte de nuestra ignorancia es nuestra culpa; es decir, deberíamos y podríamos saber más. El incrédulo suprime lo que sabe de Dios para escapar a la autoridad de Dios (Romanos 1:18-21; Salmos 10:4).12  Los cristianos saben menos de lo que deberían saber y, por tanto, deberían arrepentirse de su letargo intelectual (Hebreos 5:11-14). Esta es nuestra responsabilidad en cuanto al conocimiento.

No hay vocación ni espacio para que el cristiano sea un ignorante sobre el Evangelio o la Biblia. Sin embargo, el sabio seguidor de Jesús sabrá lo que no puede saber bajo el sol. Para ello, necesitamos una sólida filosofía de la ignorancia. De este modo, invertimos la sentencia de Immanuel Kant: «Atrévete a saber – ¡lo que no puedes saber!».

Douglas Groothuis es profesor de Filosofía en el Seminario de Denver, donde trabaja desde 1993. Su último de catorce libros es I Love You to the Stars: When Grandma Forgets, Love Remembers (Kregel, 2020), en coautoría con Crystal Bowman.

 

 

Notas:

  1. Ver Douglas Groothuis, «Christianity as a Knowledge Tradition», Loving God with All Your Mind: Essays in Honor of J. P. Moreland, ed. Paul Gould y Richard Brian Davis (Chicago: Moody Press, 2013).
  2. Ver Douglas Groothuis, Christian Apologetics: A Comprehensive Case for Biblical Faith (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2011).
  3. A menos que se indique lo contrario, las citas bíblicas se toman de la NVI.
  4. Según Pablo, podemos tener el conocimiento de lo que esperamos en Cristo (ver Romanos 5:5).
  5. See Douglas Groothuis, «Chasing Wisdom». Touchstone, April/May 2020, https://www.touchstonemag.com/archives/article.php?id=33-02-050-f.
  6. C. S. Lewis, Mere Christianity (New York: Touchstone, 1996), 75.
  7. Pertinente al tema de la ignorancia también es (1) lo que no deberíamos saber, pero podríamos saber (como chismes y ciertas cosas sobre el ocultismo) y (2) lo que una persona en particular no puede saber debido a la situación, el tiempo o las habilidades.
  8. Robert D. McFadden, «Harold Camping, obstinado pronosticador del fin del mundo, muere a los 92», New York Times, 17 de diciembre de 2013, https://www.nytimes.com/2013/12/18/us/ harold-camping-radio-emprendedor-que-predijo-el-fin-del-mundo-muere-en-92.html.
  9. Edgar Whisenant y Greg Brewer, The Final Shout: Rapture Report — 1989 (Camarillo, CA: World Bible Publishing Co., 1989). Ver también Dean C. Halverson, «88 Reasons: What Went Wrong? » Christian Research Journal, otoño de 1988, CRI, https://www.equip.org/article/88-reasons-what-went-wrong/.
  10. Ver Clete Hux, “The End That Wasn’t: The False Prophecies of the Watchtower,” Apologetics Research Center, October 24, 2018, https://arcapologetics.org/the-end-thatwasnt-the-false-prophecies-of-the-watchtower/.
  11. Sobre cómo la idea de la fe ha llegado a significar una falta de conocimiento y sobre el irracionalismo en general, ver Francis Schaeffer, The God Who Is There (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1998), secciones I y II. Ver también Francis Schaeffer, Escape from Reason (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 1968).
  12. Sobre nuestro conocimiento natural de Dios y cómo lo resistimos, ver R. C. Sproul, «The Psychology of Atheism», If There a God, Why Are There Atheists? (Minneapolis, MN: Bethany Fellowship, 1978) y Os Guinness, «Anatomy of Unbelief», Fool’s Talk (Downers Grove, IL: InterVarsity Press, 2015).
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