EL MATRIMONIO TIENE QUE VER CON EL EVANGELIO: ACLARANDO LOS LÍMITES DE LA ORTODOXIA CRISTIANA

Author:

Matthew M. Kennedy

Article ID:

JAF24523SP

Updated: 

Oct 3, 2023

Published:

Dec 27, 2022

Este artículo apareció por primera vez en Christian Research Journal, volumen 45, número 2/3 (2022).

Traductor: Martín Bobadilla.

 


SINOPSIS

Los cristianos cansados de los tumultuosos debates sobre la sexualidad humana a veces se preguntan si es necesario un conflicto tan divisivo. Después de todo, muchos de los que promueven argumentos a favor de afirmar las relaciones sexuales fuera del matrimonio tradicional también afirman la Trinidad, la plena deidad y humanidad de Cristo, y confiesan a Jesús como su Señor y Salvador personal. ¿Por qué no deberían ser reconocidos como hermanos y hermanas a pesar de sus desacuerdos con la posición clásica? La ortodoxia cristiana se basa no solo en las fórmulas del credo, sino en la totalidad de la revelación bíblica. Las Escrituras enseñan que la sexualidad humana y el matrimonio, en particular, no son ni mucho menos no esenciales, sino que residen en el corazón mismo de la fe cristiana, porque Dios nos hizo varón y mujer para hablar al mundo de Cristo y de su iglesia. Es decir, Dios pretende que la unión de una sola carne entre marido y mujer haga referencia, dé testimonio y haga visible la unión entre Jesús y su iglesia. Puesto que el matrimonio se refiere a Cristo y su iglesia, y el vínculo sexual consuma la unión, las relaciones sexuales fuera del matrimonio bíblico oscurecen, tergiversan e incluso blasfeman de Cristo y su esposa. Por lo tanto, rechazar lo que la Biblia revela sobre el sexo y el matrimonio es rechazar el evangelio.


 

Cuando, en agosto de 2003, la deriva teológica hacia la heterodoxia que había sido una fuerte corriente en la Iglesia Episcopal (IE) durante décadas, se convirtió en una crecida rugiente con la consagración de Gene Robinson, un homosexual en pareja, como obispo de New Hampshire, muchos episcopales tradicionalistas empezaron a planificar sus estrategias de salida. Aunque la iglesia ya había estado dividida en torno a la cuestión de la sexualidad, la consagración representó para muchos la aceptación formal del revisionismo teológico por parte de la iglesia y su alejamiento de la iglesia que es una, santa, católica y apostólica.

En aquel momento, y todavía hoy, algunos de los que mantenían la postura tradicional, incluso algunos que finalmente abandonaron la IE, consideraron que el lenguaje de «abandono» —el lenguaje de la apostasía— era demasiado duro. Después de todo, aunque la IE afirma las relaciones homosexuales y ordena clérigos homosexuales no célibes, sigue profesando los principios fundamentales de la fe: que Dios es trino, un ser en tres Personas, y que Jesús es el Hijo encarnado de Dios —verdadero Dios y verdadero hombre— nacido de una virgen y que vivió una vida de perfecta obediencia, murió en la cruz por los pecados del mundo, resucitó corporalmente al tercer día y ascendió al cielo. La IE sigue enseñando que el Espíritu Santo reside en la iglesia y en los corazones de todos los que creen y que Él preservará la iglesia hasta que el Señor regrese y establezca su reino. Aunque hay un buen número de clérigos y personas dentro de la IE que niegan estas cosas, siguen estando arraigadas en su liturgia y credos. ¿Es justo, entonces, decir que la IE se ha «apartado» de la fe porque los tradicionalistas no están de acuerdo con ella sobre el sexo? ¿Podemos decir lo mismo de alguien que, manteniendo la ortodoxia de los credos, se ha convencido sinceramente de que el lado de la «afirmación» sexual inclusiva tiene razón y que la visión tradicional es fruto de la ignorancia histórica y de los prejuicios culturales?

Muchos de los tradicionalistas que abandonaron la IE participaron en la fundación de la Iglesia Anglicana en América del Norte (IAAN) en 2009. Pero solo dos años después, en 2011, estalló la polémica cuando el rector de una destacada congregación de la IAAN de Virginia inició una asociación ministerial con el obispo episcopal de Virginia, un hombre que ordenaba clérigos homosexuales no célibes y bendecía las relaciones entre personas del mismo sexo. Los opositores acusaron al rector de traicionar los principios fundacionales de la IAAN y comprometer el Evangelio. En su defensa, el rector señaló que el obispo confiaba en Jesús como su Salvador personal y afirmaba los credos históricos. Estamos de acuerdo en lo esencial, parafraseando su argumento, ¿no lo convierte eso en mi hermano? En su opinión, que muchos comparten ahora, las opiniones divergentes sobre la sexualidad pueden requerir separaciones denominacionales debido a prácticas diferentes, pero no deben conducir a la anatematización.1  Nosotros, los anglicanos, por ejemplo, discrepamos de nuestros amigos bautistas en cuanto al bautismo de niños, aunque reconocemos nuestra unión subyacente en Cristo. Si podemos estar de acuerdo en discrepar sobre un sacramento, ¿deberíamos anatematizar a la gente por el sexo?

LOS CREDOS Y LA FRONTERA DE LA ORTODOXIA

La palabra «ortodoxia» procede de dos palabras griegas, orthos, que significa recto o correcto, y doxa, que significa opinión. Ser ortodoxo es tener la «opinión correcta» o creer lo que es verdad. Los Credos Apostólico y Niceno residen en el corazón mismo de la fe cristiana. Una persona que rechaza la doctrina de la Trinidad o la persona y obra de Cristo, que estos credos definen y consagran, ha traspasado los límites de la ortodoxia cristiana. Su percepción de Dios y de la persona de Cristo diverge tanto de la del cristiano ortodoxo que sería correcto decir que sirve a otra deidad. Que los credos definen la ortodoxia es algo generalmente aceptado por los cristianos profesantes que discrepan sobre la sexualidad, pero ¿consiste la ortodoxia totalmente en los credos? ¿Hay algo más?

Los padres de la iglesia que se reunieron en Nicea en 325 para defender la plena divinidad de Jesús y la unidad ontológica de la Divinidad no tenían un credo formal. Poseían las Escrituras y la regula fidei —«la regla de la fe»—, un resumen fórmula de la doctrina bíblica relativa a la naturaleza de Dios y a Jesús y su obra, transmitida desde los primeros días de la Iglesia.2  Si se le preguntara a Atanasio, el gran defensor de la ortodoxia, qué pensaba que estaba haciendo en Nicea y sus consecuencias, probablemente diría: defender la verdad bíblica tal como nos ha sido transmitida por los apóstoles. Refiriéndose a los argumentos bíblicos de los arrianos, Atanasio escribe, «la Escritura tampoco les da ningún pretexto; porque se ha demostrado a menudo, y se demostrará ahora, que su doctrina es ajena a los oráculos divinos».3  Arrio enseñaba que el Hijo fue creado, no eterno, y no de la misma sustancia que el Padre. Él y sus seguidores creían que estaban presentando argumentos bíblicos. Atanasio, sin embargo, no reconocía como válidas las interpretaciones arrianas de los textos bíblicos: «la [herejía] arriana, como se la llama, considerando que otras herejías, sus hermanas mayores, han sido abiertamente proscritas, en su arte y astucia, se disfraza con el lenguaje de las Escrituras, como su padre el diablo, y está forzando su entrada de nuevo en el paraíso de la iglesia»4 

Los padres nicenos articularon la revelación bíblica de tal manera que los arrianos no pudieran afirmarla, definiendo la ortodoxia cristiana con respecto a la Trinidad y la persona de Cristo. Pero el Credo de Nicea nunca pretendió ser la única medida de la ortodoxia. Décadas después de la clarificación del Credo Niceno en el Concilio de Constantinopla (381), un monje británico llamado Pelagio enseñó que los seres humanos, aparte de la gracia de Dios, pueden hacer todo lo que exige la ley divina. Pelagio era un cristiano de credo, completamente trinitario, que creía que Jesús era a la vez verdadero Dios y verdadero Hombre. Sin embargo, fue condenado en el Concilio de Cartago en 418, porque la iglesia siempre ha entendido que la ortodoxia significa someter el corazón y la mente no solo a las fórmulas del credo, sino a la totalidad de la revelación bíblica, incluidas las proscripciones morales.5 

Amar a Jesús es obedecer sus mandamientos

Que la ortodoxia incluye la sumisión a las proscripciones morales no es un principio fabricado por los padres nicenos. En Juan 8:31, Jesús les dice a los que profesan creer en Él: «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos».6  Nótese el vínculo entre Jesús y su palabra. Para ser contados como míos, dice Jesús, deben «permanecer» o permanecer en mi palabra. Pero ¿qué significa permanecer en la palabra de Jesús? Jesús continúa diciendo a sus futuros discípulos que, permaneciendo, «conoceréis la verdad y la verdad os hará libres» (v. 32). Inmediatamente se ofenden: «Linaje de Abraham somos, y jamás hemos sido esclavos de nadie» (v. 33). En un momento dicen ser creyentes. Al siguiente, rechazan la palabra de Jesús sobre ellos. Jesús, en consecuencia, les dice que no son hijos de Abraham, sino hijos del diablo (v. 38). Permanecer en la palabra de Jesús requiere recibir sus palabras como verdaderas sin reservas.

Algunos podrían pensar que permanecer en la palabra de Jesús significa prestar atención exclusivamente a las palabras de Jesús citadas en los Evangelios. «Jesús no dijo nada sobre la homosexualidad», se dice con frecuencia en el debate sobre la sexualidad. Dejando a un lado las condenas de Jesús a la porneia, traducida habitualmente como «inmoralidad sexual»7  que para los judíos de la época, incluye el sexo homosexual8 , ese argumento solo tiene éxito si los arrianos tuvieran razón y Jesús no fuera Dios. Puesto que Jesús, como dejan claro los Evangelios y el Credo Niceno, es Dios, las Escrituras en su totalidad, que Dios «inspiró» (2 Timoteo 3:16), son también sus palabras. También se pueden citar los ejemplos de Jesús defendiendo el Antiguo Testamento como palabra de Dios,9 y su promesa en Juan 16:12-15 de que tenía más cosas que enseñar a sus apóstoles, y que después de su partida lo haría por medio del Espíritu Santo. Esa promesa es fundamental para la creencia de la iglesia de que los libros escritos por los apóstoles y/o aprobados por ellos representan las palabras de Cristo.10 Uno no puede descartar, negar o rechazar las palabras de los profetas del Antiguo Testamento o de los apóstoles del Nuevo sin descartar, negar o rechazar la palabra de Jesús. Y solo aquellos que permanecen en su palabra son verdaderamente sus discípulos.

Una objeción

Los cristianos a veces discrepan sobre las interpretaciones, implicaciones y aplicaciones de los pasajes bíblicos. ¿Significa el desacuerdo necesariamente que alguien está desestimando, negando y/o rechazando la palabra de Jesús? No siempre. Antes he mencionado el bautismo. Como anglicano, creo que el bautismo infantil es una práctica bíblicamente sólida. No hay ningún mandamiento bíblico que lo prohíba, y podría decirse que existe un precedente bíblico en los bautismos de familias registrados en Hechos 10:24-33 y 16:33. Mis hermanos bautistas, sin embargo, señalan que no hay mención explícita de bebés en esos textos y que el patrón del Nuevo Testamento es que la fe precede al bautismo. El Nuevo Testamento no exige el bautismo de niños. Pero tampoco lo proscribe. Hay espacio, por tanto, para que las personas fieles discrepen mientras se atienen a las palabras de Jesús.

Comparemos ese desacuerdo con la controversia arriana. Tanto Jesús como los escritores del Nuevo Testamento afirman explícita y sistemáticamente que Jesús es el Hijo divino de Dios que ha asumido la naturaleza humana para nuestra redención (Juan 1:1-14). El Nuevo Testamento se refiere a Jesús como Dios (Juan 8:58; Romanos 9:5; Filipenses 2:5; 2 Pedro 1:1), al Padre como Dios (Mateo 6:9; Juan 5:17-18; 2 Corintios 1:3) y al Espíritu Santo como Dios (Hechos 5:3-5; 1 Corintios 2:10-14). Jesús y los apóstoles, además, abrazan la revelación del Antiguo Testamento de que solo hay un Dios y ningún otro (Isaías 45:5; Marcos 12:29; 1 Corintios 8:6; 1 Timoteo 2:5). Por tanto, argumentar que el Hijo no comparte la misma esencia que el Padre representa un repudio directo de las palabras de Cristo. Tratar de hacer tal argumento a partir de la Biblia agrava el repudio, ya que requiere sacar textos de contexto, contraponer pasajes y explicar afirmaciones directas. Atanasio reconoció con razón que la negación arriana de la divinidad de Jesús implicaba el repudio de su palabra, a pesar de sus afirmaciones en sentido contrario.

SEXUALIDAD Y ORTODOXIA CRISTIANA

¿Aquellos que sostienen que las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo deben ser reconocidas y bendecidas en la iglesia deben ser recibidos como hermanos y hermanas, como los anglicanos reciben a los bautistas y viceversa? ¿O deberían condenarse sus afirmaciones junto con las de Arrio y Pelagio? La respuesta depende de si los cristianos pueden afirmar estas relaciones mientras permanecen en las palabras de Cristo.

En el principio, Dios creó al hombre y a la mujer a su imagen y semejanza (Génesis 1:27). Dios creó al primer hombre del polvo. Del cuerpo del hombre, Dios hizo una mujer. Luego, los unió en una sola carne y les ordenó que fructificaran, se multiplicaran y llenaran la tierra (Génesis 2). En Mateo 19:3-6, Jesús, al ser cuestionado por los fariseos si un hombre puede divorciarse de su mujer «por cualquier causa», vuelve a esta primera unión como base de su enseñanza sobre el matrimonio: «¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre». Según el estudioso del Nuevo Testamento Robert Gagnon, el lenguaje que emplea Jesús en este pasaje indica que Dios los hizo varón y mujer con el propósito mismo de unirlos como una sola carne.11  Jesús considera esa primera unión un matrimonio y (puesto que aplica el modelo a los matrimonios de su propia época) constitutiva de todos los matrimonios. La razón por la que un hombre no puede «divorciarse de [su] mujer por ninguna causa» es que Dios une a todo marido y mujer igual que unió a Adán y Eva.

Pero hay más. Cuando Pablo aborda el tema del matrimonio en Efesios 5:22-33, ordena a las esposas que se sometan a sus maridos. Esto no sería sorprendente viniendo de la pluma de un hombre del primer siglo. Sin embargo, Pablo no fundamenta el mandamiento en una antigua noción de superioridad masculina. Lo fundamenta en la tipología redentora. Las esposas deben someterse a sus maridos como la iglesia se somete a Cristo. Del mismo modo, los maridos deben amar a sus esposas «como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella» (v. 25). Esta tipología podría parecer extraña a los lectores gentiles de Pablo, pero a los judíos les resultaría familiar. «Porque tu marido es tu Hacedor», escribe Isaías al pueblo de Israel, «Jehová de los ejércitos es su nombre» (Isaías 54:5).12 Pero que Pablo ponga a Jesús en el lugar de Dios como esposo divino y a la iglesia en el lugar de Israel como esposa podría haber sido sorprendente.

Sin embargo, la conclusión de Pablo es realmente profunda. Citando Génesis 2:24, escribe, «Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Grande es este misterio; mas yo digo esto respecto de Cristo y de la iglesia» (Efesios 5:31-32). El misterio es el matrimonio, Dios uniendo a un hombre y una mujer en una unión de una sola carne. El matrimonio, dice Pablo, no es simplemente análogo a la relación entre Cristo y la iglesia. El matrimonio se refiere a ella. Es decir, el propósito por el cual Dios los hizo varón y hembra y los unió es para que su unión de una sola carne (y cada unión subsiguiente de una sola carne) pudiera referirse a, dar testimonio de, y hacer visible en la carne la unión entre Jesús y su iglesia. Por eso Dios hizo a Eva del cuerpo de Adán. La iglesia es tanto el cuerpo de Cristo como su novia. Es por eso que fueron comisionados a multiplicarse y llenar la tierra, porque un día Cristo comisionaría a su iglesia a hacer discípulos de todas las naciones. El matrimonio tiene que ver con el evangelio.

¿Por qué está prohibido el sexo prohibido?

El hecho de que el matrimonio se refiera a Cristo y a su iglesia explica las descripciones negativas de las relaciones patriarcales polígamas en el relato del Génesis (Génesis 4:23-24, 16:1-6, 29:21-30:24) y las proscripciones directas contra el adulterio, la homosexualidad y el bestialismo que se encuentran en la ley levítica (Éxodo 20:14; Levítico 18). Es por eso que el Nuevo Testamento prohíbe toda actividad sexual más allá de un hombre y una mujer en una unión marital para toda la vida.13  Puesto que el matrimonio se refiere a Cristo y su iglesia y el vínculo sexual consuma la unión, las relaciones sexuales fuera del matrimonio oscurecen, tergiversan e incluso blasfeman de Cristo y su esposa. El marido adúltero, por ejemplo, miente sobre la fidelidad de Cristo; la esposa adúltera miente sobre la devoción de la iglesia. Las relaciones homosexuales, por la misma razón, están expresamente prohibidas en el Antiguo y el Nuevo Testamento.14  La discusión más extensa sobre la homosexualidad se encuentra en Romanos 1. A partir del versículo 18, Pablo describe la homosexualidad como un pecado. A partir del versículo 18, Pablo describe la condición espiritual de la humanidad después de la caída, haciendo referencia a una serie de intercambios. Los seres humanos han cambiado el culto al Creador por las cosas creadas, la verdad de Dios por la mentira, sirviendo a la criatura más que al Creador (Romanos 1:22-25). Por eso, continúa Pablo, «Por esto Dios los entregó a pasiones vergonzosas; pues aun sus mujeres cambiaron el uso natural por el que es contra naturaleza, y de igual modo también los hombres, dejando el uso natural de la mujer, se encendieron en su lascivia unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos hombres con hombres, y recibiendo en sí mismos la retribución debida a su extravío» (Romanos 1:26-27). Es notable que se acuse tanto a las mujeres como a los hombres. Las relaciones «contrarias a la naturaleza» por las que las mujeres cambiaron las relaciones naturales están impulsadas por la misma pasión que lleva a los hombres a cometer actos «desvergonzados» con otros hombres.

Gagnon, comentando este pasaje, señala que el giro idolátrico del Creador a la criatura se refleja en el giro narcisista de las relaciones homosexuales: «lo que molesta a Pablo del coito mujer-mujer u hombre-hombre es la ausencia de un complemento de género y el intento narcisista y/o delirante de fusionarse con uno del mismo sexo».15 En lugar de que el hombre y la mujer miren más allá de sí mismos y sean unidos por Dios en una sola carne al sexo complementario, se inflaman de pasión por su propia imagen, hombre con hombre, mujer con mujer. De modo que el hombre no abandona la casa paterna para aferrarse a su mujer, sino que se aferra a otra versión de sí mismo. Dios instituyó el matrimonio para que el marido remitiera el mundo a Cristo entregándose por su esposa. En las relaciones homosexuales, es como si Cristo rechazara a su esposa en favor de sí mismo. La esposa, al someterse a su marido, se refiere a la devoción de la iglesia por Cristo. En las relaciones lésbicas, es como si la iglesia se dedicara a sí misma.

Por supuesto, para todos estos textos, los que promueven las relaciones sexuales entre personas del mismo sexo en la iglesia han formulado explicaciones. Las prohibiciones levíticas, argumentan algunos, pertenecen al código de pureza, que se ha cumplido y es, en la era de la Nueva Alianza, obsoleto. Aquellos hombres y mujeres que participan en actos vergonzosos contrarios a la naturaleza en Romanos 1 están participando en actos homosexuales rituales al servicio de los ídolos. La idolatría, no la homosexualidad, es el verdadero problema. En 1Corintios 6:9 y 1Timoteo 1:10, la cuestión es la pederastia y no las relaciones amorosas entre personas del mismo sexo que, según ellos, eran desconocidas en el mundo antiguo. Estas explicaciones se descartan fácilmente, ya que dependen de categorías extrabíblicas de identidad y orientación sexual introducidas por la Teoría Queer, de suposiciones sobre el contexto histórico que no se pueden demostrar o que se han demostrado falsas, y de desafíos a las interpretaciones clásicas impulsados no por una exégesis sólida, sino por la agenda contemporánea para justificar las relaciones homosexuales.16  De este modo, las interpretaciones pro-LGBTQ deberían clasificarse junto a los usos erróneos de las Escrituras por parte de los arrianos, y no dentro del ámbito del desacuerdo ortodoxo.

Peor aún, estos argumentos ignoran el contexto más amplio de las prohibiciones sexuales bíblicas. Las prohibiciones sexuales de las Escrituras nunca están al servicio de normas arbitrarias y culturalmente condicionadas, sino de la narrativa global de la redención que se basa en la encarnación del Hijo de Dios, su muerte, resurrección y ascensión, por el bien de su cuerpo y su esposa. Por tanto, cualquier marco teológico que atente contra la institución del matrimonio entre un hombre y una mujer atenta también contra el Evangelio. Tales desacuerdos, por definición, no pueden ser recibidos como ortodoxos, sino que siempre deben ser identificados como falsos — y aquellos pastores, líderes y teólogos que los promueven deben ser considerados anatema17 y exhortados a arrepentirse y creer en el evangelio.

El Reverendo Matthew M. Kennedy (M. Div, VTS) es el rector de la Iglesia del Buen Pastor en Binghamton, Nueva York.

Notas:

  1. El material relacionado con esta disputa de IAAN se basa en mi experiencia personal y en mi memoria.
  2. Pablo articula una forma temprana de la regla en 1Corintios 15:3–7.
  3. Atanasio de Alejandría, Cuatro discursos contra los arrianos 3.10, trad. Philip Schaff, Biblioteca Etérea de Clásicos Cristianos, https://www.ccel.org/ccel/schaff/npnf204.xxi.ii.i.i.html. Ortografía actualizada para accesibilidad.
  4. Atanasio, Cuatro discursos contra los arrianos 1.1.
  5. John Whiteford, «Moral Heresy; Is There Such a Thing? », Christian Research Journal, vol. 4, no. 3 (2020):14–16.
  6. Las citas bíblicas están tomadas de la versión estándar en inglés. [en esta traducción al español se utilizará la versión Reina Valera 1960 por ser la más utilizada por la iglesia de habla hispana. N. del T.]
  7. Ver, por ejemplo, Mateo 5:32.
  8. Scot McKnight, «What Is Porneia to a 1st Century Jew? », Jesus Creed, April 4, 2014, https://www.patheos.com/blogs/jesuscreed/2014/04/04/what-is-porneia-to-a-1st-centuryjew/.
  9. Ver, por ejemplo, Mateo 15:6; Juan 10:35.
  10. Los apóstoles se entendieron a sí mismos como portadores de las palabras de Cristo. Pedro, por ejemplo, escribe: «Acordaos de las predicciones de los santos profetas y del mandamiento del Señor y Salvador por medio de vuestros apóstoles» (2 Pedro 3:1–2).
  11. Robert Gagnon, «The Gospel of Jesus on Sexual Binaries», First Things, April 4, 2016, https://www.firstthings.com/blogs/firstthoughts/2016/04/the-gospel-of-jesus-on-sexualbinaries.
  12. Ver también Jeremías 31:32; Oseas 2:16 y Ezequiel 16:8.
  13.  La prohibición contra la porneia lo incluía todo. Ver Ian Paul, Does the Bible Prohibit Sex Before Marriage?», Psephizo, 9 de agosto de 2021, https://www.psephizo.com/sexuality-2/does-the-bible-prohibit-sex-before-marriage/.
  14. Levítico 18:22, 20:13, Romanos 1:26–27, 1Corintios 6:9, 1Timoteo 1:10 son los ejemplos más claros.
  15. Robert A.J. Gagnon, «Four Myths of Pro-Homosex Propaganda: A Response to Tex Sample’s ‘What Do Bible, Tradition Say About Gay Marriage?’», October 2003, http://www.robgagnon.net/TexSampleResponse.htm.
  16. Para una discusión exhaustiva de estas objeciones y respuestas detalladas a ellas, ver Robert A. J. Gagnon, The Bible and Homosexual Practice: Texts and Hermeneutic (Nashville: Abingdon Press, 2002).
  17. Pero aun si nosotros o un ángel del cielo os anunciara un evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema» (Gálatas 1:8–9).
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