Encontrando empatía en las trincheras: Una reseña de «Sin novedad en el frente» de Netflix

Author:

Cole Burgett

Article ID:

JAR2303CBSP

Updated: 

Oct 3, 2023

Published:

Mar 8, 2023

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Traductor: Manuel Bento

 


Sin novedad en el frente

Dirigida por Edward Berger

Guión de Edward Berger, Ian Stokell y Lesley Paterson

Basado en Sin novedad en el frente por Erich Maria Remarque

Distribuido por Netflix

(Clasificado R, 2022)

**Nota del editor: Este artículo contiene spoilers de Sin novedad en el frente.**


El término «película bélica» tiende a conjurar en la imaginación popular una de entre dos imágenes: 1) La de una «banda de hermanos» de rostro sobrio, endureciéndose para soportar juntos en Europa o las islas del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial (à la Rescatando al soldado Ryan [1998], Hermanos de sangre [2001], o El Pacífico [2010]); o 2) la de un soldado conmocionado en uniforme de color verde, dando tumbos por la jungla vietnamita con la mirada perdida (à la Apopocalypse Now [1979], Platoon [1986], o Nacido para matar [1987]). Estas imágenes también refuerzan los dos diferentes «enfoques» o «tonos» que las películas del género tienden a tomar con respecto al asunto, ya sea una cierta admiración por el sentido único de hermandad entre combatientes que se encuentra en tiempos de guerra, o una mirada crítica a la desesperanza y futilidad del conjunto de la guerra. Así, en años recientes, el género de «película bélica épica» se ha visto subdividido en categorías de «película bélica» y «película anti-bélica», para acomodar esos matices de tono.1 Sin embargo, ambas imágenes, la de la banda de hermanos y la del guerrero de la jungla conmocionado, reforzada en la conciencia colectiva por ampliamente populares videojuegos como Call of Duty, son exclusivamente imágenes norteamericanas, y reflejan la dicotomía de la mirada hacia el registro histórico.2

¿Puede la violencia, en lo que respecta al ámbito de las películas bélicas épicas, ser redentora alguna vez? Bueno, la respuesta parece depender del enfoque que se tome. Si exploramos la dinámica entre soldados que forjan una especie de familia sustituta con sus «hermanos de armas», entonces sí, puede ser redentora, pero solo en el contexto de hacerse eco de las palabras de Jesús de que «Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos» (Juan 15:13 RVR1960). Sin embargo, si el objetivo es mostrar el costo de la guerra, la futilidad del derramamiento de sangre, y el sinsentido de desperdiciar vidas humanas, entonces no, la violencia finalmente no tiene sentido, y la guerra es fundamentalmente nihilista. Existen pocas películas importantes que hayan tratado de cruzar la traicionera tierra de nadie entre estos dos enfoques, siendo una notable excepción Hasta el último hombre de Mel Gibson (2016). Y, ahora, la re imaginada Sin novedad en el frente de Edward Berger de 2022 (nominada para nueve premios Óscar), marcha con un rostro pétreamente decidido hacia el mismo territorio. El resultado final es poco espectacular.

La historia de la historia. En el gran panteón de las películas bélicas épicas, la adaptación de 1930 ganadora del Óscar a la mejor película del libro de Erich Maria Remarque Im Westen nichts Neues (lit. «Sin novedad en el oeste», 1928) es tanto un clásico como una rareza del género. No hay «hermanos de armas» luchando en las calles empedradas de pintorescos pueblos y ciudades europeas, y no hay junglas. Tampoco hay americanos heroicos marchando para liberar a nadie de la amenaza nazi. De hecho, los personajes son alemanes (los «chicos malos» del género normalmente). Ambientada en las trincheras llenas de barro de Europa durante la única «Guerra Mundial» conocida en ese tiempo, y enfocando la cámara en jóvenes alemanes de ojos estrellados, a punto de ser hechos pedazos por las entonces innovadoras «ametralladoras»; la película de Milestone (estrenada como Sin novedad en el frente), era algo sucio, mórbido, que se deleitaba en su propia repulsión, ya que Milestone estaba haciendo hincapié sobre su inutilidad. La guerra es trágica y necia; esa era su polémica, e hizo rodar su película justo cuando, por segunda vez, las cosas se estaban calentando en Europa. La respuesta a esta película norteamericana acerca de soldados alemanes fue un fiasco. Los críticos de cine la elogiaron, mientras que los partidarios nazis asediaban los cines en Alemania, consiguiendo finalmente que la película y el material original en el que se basaba fueran prohibidos debido, en parte, al daño que el tono de la película (y del libro) podía causar al esfuerzo bélico alemán.3

La película de Milestone se asienta firmemente en la categoría «anti-bélica» del género bélico épico, explotando de forma bastante literal cualquier idea romantizada del tropo de los «hermanos de armas» antes siquiera de que ese tema se convirtiese en algo habitual del género. Los espectadores son sometidos a una pérdida tras otra, como al ver una película de terror prototipo en la que los personajes son perseguidos y eliminados, no por algún maníaco enmascarado con un hacha, sino por balas perdidas y explosiones repentinas, por armas de un gran e indefinible poder maligno llamado «guerra». Mientras tanto, el personaje principal, un poético y sensible Paul Bäumer (Lew Ayres), lucha por entender con su propio pensamiento por qué la gente, para empezar, va a la guerra, y argumenta sobre ello con su familia de otros jóvenes alemanes durante el permiso. La película es brutal, pero también filosófica. Y también entiende la belleza y la empatía, dos temas de amplio espectro que Remarque enlaza con cuidado a través de su texto original. Esto se ve en la película de Milestone con la recreación de una escena particularmente inquietante de la novela de Remarque, en la que Bäumer mata a un hombre en combate mano a mano, pero quedando tan angustiado y eviscerado emocionalmente por lo que ha hecho, que ruega perdón al cadáver del hombre. En el libro de Remarque, Bäumer confiesa esto a sus amigos más tarde, buscando algún tipo de absolución. Tanto en el libro de Remarque como en la película de Milestone, hay un sentido en el que Bäumer nunca pierde completamente el contacto con su humanidad. Lucha por retenerla, desde luego, pero sigue siendo un ser humano que se ve arrastrado a la bondad cuando la ve. En la adaptación de Milestone, Bäumer encuentra su fin sin ceremonias, cuando es alcanzado por la bala de un francotirador sin rostro, mientras trata de alcanzar una mariposa que casualmente resplandece en el barro y el estiércol cercanos.

Una adaptación diferente. La adaptación de Berger del 2022 del libro de Remarque es diferente de la de Milestone. Obviamente, hay un cierto solapamiento con la adaptación de 1930, puesto que el material en que se basan es el mismo, pero el énfasis en la belleza y la empatía es mucho menor (lo cual es, sin duda, un testamento a los cínicos tiempos en que vivimos. Nunca subestimemos la capacidad de los cineastas modernos para deconstruir una deconstrucción). Paul (Felix Kammerer), no va a casa en el permiso, y no filosofea con miembros de la familia o antiguos profesores acerca de la percibida necesidad de la guerra enfrentada contra la dura realidad de lo que implica, o en cuanto al costo humano.  De muchas formas la adaptación de Berger es más desnuda, más simple, más desconectada. Es, en una palabra, mucho más humanista.

A buen seguro, la inclinación humanista está presente en la novela de Remarque, pero es un humanismo en el contexto de la dignidad. Existe una cierta forma de bondad fundamental que permanece, cierta traza de la dignidad del ser humano que hace que las atrocidades de la guerra sean verdaderas atrocidades, y no solo una procesión sin final de hombres muertos que caminan a sus tumbas llenas de fango. La guerra es destructiva porque destruye vidas, vidas reales y humanas que tienen valor y dignidad. Como apunta el anglicano Francis Spufford, «la gente no muere estadísticamente, muere como individuos, y para cada persona la pérdida es completa e incomparable. Es la eliminación de toda la suma de las cosas, la obliteración de todo el mundo. El saber que tu muerte es parte de una estadística pequeña no lo hace mejor».4

Excepto que en la adaptación de Berger de Sin novedad en el frente, los personajes se sienten menos como personas, y más como vagos bosquejos de seres humanos. A los espectadores no se les ofrece un sentido de la vida que vive Paul fuera de su tiempo con el ejército alemán. Pero esto fue una decisión consciente por parte de Berger. En una entrevista con Screen Daily, afirmó:

En el libro hay un capítulo en el que Paul va a casa y siente que ya no pertenece allí. Y la gente no se siente identificada con él, porque sus experiencias son muy diferentes. No pudimos incluirlo porque incluimos la firma del armisticio en Compiegne, y eso sitúa esa parte de la película en la última semana de la guerra. Pero es una escena muy famosa, y la hubiera echado de menos, al menos ese sentimiento. Así que incluimos la escena de la letrina, donde hace sus necesidades, que es la actividad más normal que puedes tener, para mostrar que no existe para ellos forma de regresar a la normalidad.5

En otras palabras, Berger sustituye una escena entre Paul y Katczinsky (Albrecht Schuch) en el retrete por las escenas en las que Paul regresa a casa. Sustituye a Paul leyendo una carta para Katczinsky (Katczinsky no sabe leer), a fin de mostrar que Paul es inteligente y estudiado, por las escenas en las que Paul discute con su padre por las «preguntas estúpidas» que hace su familia, y conversaciones con su antiguo maestro de la escuela sobre los horrores de la guerra desde la perspectiva de alguien que está a salvo en casa, frente a la perspectiva de alguien que está en las trincheras. Una vez más, el Paul de Remarque es un filósofo poético, y no solo un cuerpo caliente que se arroja a la picadora de carne (ese contraste es la idea del argumento de Remarque, en tanto que tiene uno). Pero Berger sustituye la rica ironía de Paul, que no conecta con nadie más que con su madre que se muere (ambos están muriendo, aunque cada uno a su manera) por una escena entre dos hombres que se sientan… en el retrete. Podrá parecer «normal», por usar la palabra de Berger, pero no es digno y ahí descansa la gran disonancia entre el libro de Remarque (y la película de Milestone) y la adaptación de Berger.

Ahora bien, ciertamente alguno podría argumentar que es precisamente la falta de dignidad lo que Berger pretende mostrar. «No hay dignidad en la guerra», o palabras parecidas. Cierto, pero hay dignidad en la vida. Y quizás ese es el aspecto más desagradable de su adaptación, el énfasis en los horrores de la guerra con muy poco contraste en contra de ellos. Para que quede claro, no es que la escena antes mencionada deshaga la película; al contrario, la adaptación de Berger está bien realizada, y se completa con la llamativa escena, que ahora es un estándar en películas bélicas, del soldado corriendo enloquecido a través de explosiones y fuego de balas mientras todos a su alrededor caen o vuelan por los aires. La brillantez técnica está presente, que es por lo que la película está ganando premios (tales como el BAFTA [British Academy Film Awards] de 2023 a la mejor película). La escena del retrete no es el problema, sino un síntoma. El problema es sistémico, horneado en la trama y urdimbre de toda la película, que parece extrañamente decidida a eliminar todo rastro de lo que realmente hace humanos a estos personajes, lo que parece contrastar totalmente con la historia que Remarque contó originalmente.

En una reseña de la película de Berger para Collider Chaser Hutchinson escribe: «El único respiro llega cuando Berger nos muestra la paz de la naturaleza, como si nos diera una idea de lo que podría ser si no se estuviera librando una guerra así. Estos momentos de tranquilidad son breves, pero su yuxtaposición con lo infernal de la violencia se hace patente. La destrucción se presenta como antinatural y como una afrenta contra el mundo circundante, que se ve engullido». 6

Hutchinson está en lo correcto con su análisis (habla de las dos panorámicas del mundo natural que ponen fin a la película de Berger), pero el problema no es que la guerra sea mala porque unos pocos árboles se vean astillados. Eso quizás es malo, pero no es lo que nos hace encogernos; el horror es la eliminación de seres humanos, personas con vidas, familias y amigos (no solo los que hacen en las trincheras), e historias. No es la destrucción de cosas hermosas lo que hace que la guerra sea una burla, sino la destrucción de seres con la capacidad de reconocer las cosas hermosas por lo que son, lo que debería indignarnos.

En otras palabras, Milestone no terminó su adaptación, hace casi cien años, con una imagen de un insecto aterrizando cerca del cuerpo muerto de Paul. En lugar de eso, termina su película con Paul tratando de alcanzar la hermosa criatura, para entonces ser muerto de manera chocante y horrible, porque entendió lo que Remarque estaba diciendo en su novela original. Berger termina su película con Paul siendo apuñalado en la espalda con una bayoneta, y con otros reclutas sin nombre vaciando los bolsillos de su cadáver. Y se supone que este enfoque debe hacer que los espectadores se sienten hacia atrás y reflexionen: «¡Guau, la guerra es terrible!, al final, él es solo otro cuerpo muerto». Pero no lo es, y eso es lo que enfatiza el texto original de Remarque. Incluso el título literal del libro, «Sin novedad en el frente», quiere ser una ironía que ensalza este punto, tal y como es tomado de una línea de informe oficial al final de la novela, después de que Paul haya muerto.

Encontrando empatía en las trincheras. Cien años después de la publicación del libro, la película de Berger demuestra cuánta influencia tiene el secularismo en el arte. Hallamos aquí una metáfora mayor, la que discute los avances de la tecnología (es decir, el «progreso»), que han permitido a los cineastas crear películas bélicas mayores, más realistas y más aterradoras, y estos avances se hacen junto con una marcha persistente y constante hacia el vacío de la dignidad humana. Las mismas tendencias del zeitgeist cultural que llevan a una amplia aprobación del aborto, son las que llevan a un Paul Bäumer sin familia, y a una muerte sin ningún reconocimiento de la tendencia humana a verse irresistiblemente atraído a lo que es bueno y hermoso, a pesar del mal de la naturaleza humana.

¿Qué es lo que ha cambiado en nuestra cultura globalizada en cien años? Bueno, algunos ven más horror en la destrucción de un árbol que en la de una vida humana, y encuentran bases perfectamente racionales y científicas en ello. Pero estas tendencias no son nada nuevo; el apóstol Pablo habla del «príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia» (Ef 2:2). Los cristianos no deberían sorprenderse de esta secularización, y sería apropiado un poco de indignación.

Lo que espantó a los nazis del libro de Remarque, no fueron los «horrores de la guerra», o la destrucción del entorno. Fue el hecho de que, por medio del poeta-filósofo amateur Paul Bäumer, Remarque enfatizó la dignidad humana hasta el punto de hacer una defensa de la empatía. Paul podía mirar a un hombre al que acababa de matar, y no solo «compartimentarlo», derramar buenas lágrimas, y continuar tras haber perdido un poco de su inocencia. Por el contrario, este acto le atormentaba, y continuó haciéndolo. A pesar de lo que sus amigos le decían, no pudo apartar mediante la razón el hecho de que había hecho volar por los aires un mundo entero y había robado su dignidad a otro ser humano, y la idea de que eso es simplemente lo que sucede en la guerra no era lo suficientemente buena para él. Es por eso que, en su muerte, el rostro de Paul registraba una expresión de alivio, de gratitud porque el fin había llegado, y la carga había sido quitada.

El filósofo católico romano David Baird entiende el verdadero valor del texto de Remarque.

Él escribe:

Incluso en la guerra industrial moderna, él [Remarque] ve que es imposible erradicar la dignidad del hombre: aunque se le tire al barro o se le arroje en una guerra en la que cada permutación de una muerte prematura, desesperación, y degradación, oscurecerá su hombre interior en capas cada vez más gruesas y difíciles de limpiar, continuará existiendo una imagen discernible. Puede que no se requiera a un poeta para discernir al hombre eterno en el perfil de cada uno de los dañados, y puede que finalmente no se requieran palabras para representarle, pero, aun así, será una especie de poeta eterno el que es capaz de contemplar la cara ensangrentada de su oponente, muerto con una bayoneta, y ver un reflejo de sí mismo.7

Esto es algo que debería sonarle familiar a los cristianos. El apóstol Pablo recuerda a los gálatas «hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe» (Gal 6:10). Él instruye a los cristianos romanos: «estad en paz con todos los hombres», en tanto que puedan, y «no os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios» (Ro 12:18-19).

Erich Maria Remarque demostró que la verdadera y real empatía humana era posible, incluso en las impías trincheras de la Gran Guerra. Y no solo la empatía con aquellos de tu lado del campo de batalla, sino también con aquellos que están al otro lado. El Paul Bäumer literario muestra que es, de hecho, posible, incluso en tiempo de guerra, mantener en uno mismo y ver en otros esa forma fundamental de valor y dignidad humanos, ese eco distante del Edén. La vergüenza de todo es que la película de Berger se esfuerce apasionadamente (aunque sin intención), por silenciarlo. —Cole Burgett

Cole Burgett es un graduado del Dallas Theological Seminary y el Moody Bible Institute. Da clases a estudiantes universitarios y de secundaria sobre exposición bíblica y teología sistemática. También escribe prolíficamente acerca de teología y cultura popular.

NOTAS

  1. Tom Brook, “Is There Any Such Thing as an ‘Anti-War Film’?” BBC, 9 de julio de 2014, https://www.bbc.com/culture/article/20140710-can-a-film-be-truly-anti-war.
  2. Para una mirada global excelente sobre la historia del género por medio de un reputado historiador del cine, véase Tim Dirks, “War Films,” Filmsite, https://www.filmsite.org/warfilms.html.
  3. Patrick Sauer, “The Most Loved and Hated Novel about World War I”, Smithsonian Magazine, 16 de junio de 2015, https://www.smithsonianmag.com/history/most-loved-and-hated-novel-about-world-war-I-180955540/.
  4. Francis Spufford, Unapologetic: Why, Despite Everything, Christianity Can Still Make Surprising Emotional Sense(Londres: Faber y Faber, 2012), 41.
  5. Edward Berger, citado en Mark Salisbury, “Edward Berger Breaks Down Four Key Scenes from ‘All Quiet on the Western Front’: “The Battle Scenes Were Incredibly Complex”, Screen Daily, 13 de febrero de 2023, https://www.screendaily.com/features/edward-berger-breaks-down-four-key-scenes-from-all-quiet-on-the-western-front/5178907.article.
  6. Chase Hutchinson, “‘All Quiet on the Western Front’ and the Tragic Futility of Anti-War Cinema”, Collider, 28 de octubre de 2022, https://collider.com/all-quiet-on-the-western-front-anti-war-films/.
  7. David Baird, “‘All Quiet on the Western Front’ by Erich Maria Remarque”, Thinking Faith,1 de agosto de 2014, https://www.thinkingfaith.org/articles/all-quiet-western-front-erich-maria-remarque.

 

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