Una montaña allanada—Una mirada a Brianna Wiest

Author:

Anne Kennedy

Article ID:

JAF2303AKSP

Updated: 

Oct 3, 2023

Published:

Mar 15, 2023

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Traductor: Juan Flavio de Sousa

 


En el Evangelio de Lucas, Jesús cuenta la historia de dos hombres que suben al templo a orar. El primero entra con valentía, se coloca para que los fieles vean mejor su perfil y se dirige a Dios. «Te doy gracias», dice, «porque no soy como los demás hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano» (Lucas 18:11).1 Sucede que el otro hombre que ora no solo es un recaudador de impuestos, sino también un extorsionador. Entró en el Templo inclinado, cubierto de vergüenza, golpeándose el pecho con desesperación por sí mismo y por su pecado indomable. Su oración es breve y directa: «¡Dios, sé propicio a mí, pecador!». (Lucas 18:13). Resumiendo para la multitud reunida, Jesús explica: «Os digo que éste descendió a su casa justificado, antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido» (Lucas 18:14).

A menudo pienso en esta parábola cuando leo libros de autoayuda. El orgullo no es lo primero en lo que uno piensa cuando quiere salir del agujero en el que has caído, pero todas las herramientas ofrecidas por los muchos expertos que venden felicidad y consejos para la seguridad financiera conducen a ese mismo y terrible lugar: la suficiencia del esfuerzo humano. Brianna Wiest es menos conocida que muchos de los que he conocido, pero su voz debe tenerse en cuenta. Su mezcla única, desenfadada e incluso reconfortante de consejos psicológicos y espirituales es al mismo tiempo matizada y potente. Seguir su camino te llevará al frente del Templo, con la cara vuelta hacia el cielo, explicando lo bueno que eres. Porque, en efecto, Wiest tiene más razón de la que cree: eres una montaña. Pero si Dios es misericordioso, no se trata de una montaña a la que hay que subir, conquistándola con tus propios esfuerzos, sino más bien a la que hay que rebajar, allanar, arrojar a la tierra mientras aún se está a tiempo de obtener la misericordia del mismo Dios que te hizo y te conoce mejor que nadie.

LA PERSONA DESDICHADA QUE SOY

Desde «Cosas en las que merece más la pena pensar que en lo que te está consumiendo» hasta artículos sobre cómo reorganizar los muebles y limpiar la habitación, el tipo de persona que desarrolla Wiest no es el guepardo guerrero de Glennon Doyle, ni la consumidora ética de Jen Hatmaker, sino una mujer sana y bien integrada que quiere, por fin, curarse de la última relación fallida y ponerse en mejor forma. La mujer Wiest es descaradamente espiritual, dispuesta a ofrecer buenos pensamientos al Universo cuando la ocasión lo requiere, y es feliz practicando KonMari en sus cajones porque eso también funciona. Reconoce los traumas y las culpas personales, asume la responsabilidad y no ignora los problemas y el dolor. En lugar de eso, supera su pasado y se convierte en una mejor persona, más fuerte, conquistando, aunque sea lentamente, la montaña de la duda y el autosabotaje.

Imagínate que te despiertas un día con esa sensación miserable: el cóctel tóxico de la ansiedad, la decepción y el «agobio». No sabes cómo has llegado hasta aquí. Tenías tantas ambiciones y deseos cuando eras joven. Has conseguido algunas cosas, pero ninguna te ha hecho muy feliz. Decides, de nuevo, hacer algo por ti mismo, pero por mucho que lo intentes, siempre pareces estancado en el mismo sitio, comiendo el mismo tazón de ramen, descontento y ansioso. ¿Es culpa tuya? ¿O de otra persona? Escribe Wiest,

El autosabotaje es cuando tienes dos deseos en conflicto. Uno es consciente y el otro inconsciente. Sabes cómo quieres que avance tu vida y, sin embargo, por alguna razón, sigues estancado. Cuando tienes problemas grandes, continuos e insuperables en tu vida (especialmente cuando las soluciones parecen tan simples, tan fáciles y, sin embargo, tan imposibles de mantener) lo que tienes no son grandes problemas, sino grandes apegos. La gente es bastante increíble en el hecho de que básicamente hacen lo que quieren hacer. 2

Esto llega al corazón de lo que significa ser humano. Queremos hacer una cosa, pero siempre hacemos otra. La extraña maraña del deseo y el propósito es demasiado difícil de comprender para cualquiera de nosotros. La metáfora de la montaña es, pues, una forma conmovedora de pensar en el esfuerzo y el anhelo humanos. Wiest explica su uso de la metáfora de la montaña de esta manera: «Tu montaña es el obstáculo que se interpone entre tú y la vida que quieres vivir».3 En otras palabras, tú estás en tu propio camino. Hay algo oculto en ti que tienes que desenterrar y resolver para poder avanzar por «el solo camino hacia tu libertad y tu porvenir».4 Lo que descubras de ti mismo será la clave para escalar tu montaña. No es necesaria una forma concreta de arreglar tu vida, pero Wiest ofrece muchas herramientas diferentes, no solo en The mountain is you, sino también en su otro best-seller, 101 Essays That Will Change the Way You Think,5 un conjunto de ensayos breves destinados tanto a sacarte de tu autocomplacencia como a empoderarte para salir de tu estancamiento.

Irónicamente, ya que las Escrituras hablan de un tipo de transformación similar, aunque realizada por Dios, Wiest describe la autoconversión. Requerirá toda tu atención y esfuerzo convertirte en la persona que quieres ser. «La tarea que tienes ante ti», escribe, «es silenciosa, sencilla y monumental. Es una hazaña que la mayoría nunca llega siquiera a intentar. Ahora debes aprender agilidad, resiliencia y autocomprensión. Debes cambiar por completo para no volver a ser el mismo».6 ¿Por qué querrías sufrir semejante tumulto? ¿El tumulto de dos placas tectónicas rozándose, produciendo una entidad aún desconocida? Por dos razones. La primera es la creación de algo nuevo. «Sin rupturas y brechas», escribe, «no habría crecimiento. La naturaleza depende de la imperfección. Las líneas de falla hacen montañas, las implosiones estelares se convierten en supernovas, y la muerte de una estación crea el renacimiento de la siguiente».7 Y segundo, porque la montaña eres tú: «La montaña que está frente a ti es la llamada de tu vida, el propósito de tu presencia aquí y tu camino finalmente aclarado. Un día, esta montaña quedará atrás, pero la persona en la que te conviertas en el proceso de superarla te acompañará siempre. Al final, no es la montaña lo que debes dominar, sino a ti mismo».8

Las agudas observaciones de Wiest sobre el carácter humano me han sorprendido varias veces. «Creer», escribe en 101 Essays That Will Change the Way You Think, «que eres menos responsable de tus dudas y que eres excepcionalmente hábil en tus puntos fuertes es la mentalidad por defecto de mucha gente, pero en última instancia te mantiene pequeño».9 Retrocede, Brianna, quise decir. Ya me sacaré la viga del ojo cuando quiera. Entonces di con esta descripción casi perfecta de mi propia vida: «Siempre estás ocupado, pero nunca eres lo bastante productivo. Parece que nunca terminas tu trabajo, pierdes horas y no sabes adónde se han ido, siempre estás estresado y con el cerebro encrespado, como si estuvieras perpetuamente en medio de una tarea de alta intensidad que nunca llega a completarse».10 Por emplear un coloquialismo: ¡Ay! Si soy pobre, estoy fuera de forma y triste, puede que se deba a las acciones de otros, pero yo contribuyo diariamente a mi propia miseria y, en última instancia, soy responsable de mí mismo.

¿QUIÉN ME SALVARÁ DE ESTE CUERPO DE MUERTE?

La creencia en el poder de una persona para «manifestar» o atraer algo hacia sí mediante el uso de tableros de visión y afirmaciones diarias es cada día mayor. ¿Cómo explicar la extraña casualidad de que a veces suceda lo que tanto deseamos? Si no creemos en el Dios de la Biblia, tiene sentido que lo que pensamos y sentimos provoque las circunstancias que deseamos. 11 Pero ¿y el sufrimiento? Nadie quiere sufrir. La práctica espiritual de la manifestación responde a ese enigma al no asignar ningún valor moral al Universo. El Universo no tiene la capacidad de leer tus deseos. Tus pensamientos son importantes porque son la frecuencia que atrae cosas buenas y malas a tu propia vida. Obtener el control de tu mente significa obtener el control de tu vida emocional y entrenarte para tener los sentimientos correctos sobre las cosas que realmente quieres.

Wiest adopta básicamente este paradigma, pero con más matices y profundidad. En el ensayo titulado «La diferencia entre cómo te sientes y cómo crees que te sientes», Wiest escribe que «cuando nos preguntamos unos a otros: ¿Cómo te sientes al respecto? es esencialmente intercambiable con ¿Qué piensas al respecto?» 12 Emplea el término «emociones mentales» y las describe así:

Nos enseñan cómo debemos sentirnos ante casi todo en la vida. Nuestra educación cultural, religiosa y familiar nos dicta una serie de cosas que son «buenas» y «malas». Nuestros egos, nuestros deseos de supervivencia, superioridad, amor, aceptación, etc., completan el resto. Acabamos teniendo un ecosistema mental de acciones y reacciones. Estas «emociones mentales», como yo las llamo, son en gran medida la razón por la que sufrimos, a pesar de estar más evolucionados que nunca. Ya no es nuestra fugaz sensación de hambre, o el deseo de formar pareja, lo que nos controla: Son nuestros pensamientos sobre lo que significa que alguien no nos quiera, y cómo nuestra mente subconsciente busca la confirmación de que esto es cierto, y cómo esta repetitividad crea una creencia, y cómo esa creencia crea nuestras vidas. 13

He aquí, pues, la clave para cambiar tu forma de pensar: asigna nuevos y mejores significados a tus sentimientos. Concéntrate en tu cuerpo, siente dónde está el sufrimiento y suéltalo. Reformula tus problemas para que no sean tan insuperables. Acepta que el sufrimiento no es malo y que, en última instancia, te llevará a algún lugar bueno.14

¡GRACIAS A DIOS POR JESUCRISTO NUESTRO SEÑOR!

Gran parte de lo que dice Wiest es cierto. Buena parte de mi ansiedad diaria por el trabajo está «en mi cabeza». Si me parara a «pensar» en ello, vería que estoy perdiendo el tiempo en preocupaciones o tareas inútiles. A medida que la marea de la cohesión social se desvanece, la gente corriente tiene que encontrar la manera de «fabricarse» un sentido por sí misma. Nadie lo hará por ellos. Tienen que dar sentido al sufrimiento, encontrar formas de entender sus deseos, forjar caminos entre el cuerpo y el cerebro en un mundo de tecnología. La forma que tiene Wiest de ordenar la vida es intuitiva y, para la mayoría de la gente, asumida. No hay consecuencias reales por centrarse más en uno mismo e intentar mejorar la propia vida, al menos no que la mayoría de la gente pueda ver.

Sin embargo, hay una omisión flagrante en la visión del yo de Wiest. Rara vez, o nunca, menciona la palabra «Dios». No aparece ni una sola vez en The mountain is you. En 101 Essays That Will Change the Way You Think, aparece siete veces, solo una en mayúscula, cuando toma el nombre en vano. Me pareció curioso observar esto en lo que me parece una visión tan espiritual del ser. Lejos de ser un ejercicio de mero racionalismo, Wiest describe a una misteriosa y sufriente persona que, irónicamente, es débil. ¿Por qué deberías leer su obra? Si estuvieres estancado y necesitaras ayuda.

Mientras leía, sentí una cierta desesperación que espero que la mayoría de los lectores encuentren. Puedes hacer todo lo que ella dice y nunca ascenderás a la altura de la montaña más crucial: aquella en la que habita Dios. «¿Quién», clama el salmista, «subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo?» (Salmo 24:3). La respuesta estremece el alma: «El limpio de manos y puro de corazón, el que no ha alzado su alma a cosas vanas ni jurado con engaño» (v. 4). Puede que el «Universo» no exija perfección, pero Dios sí, lo que nos excluye a todos de estar en su presencia. Afortunadamente para nosotros, Él bajó de la colina, y luego, en aquella hora fatídica, ascendió aquella roca oscura fuera de la ciudad para morir por todos nosotros que no podíamos alcanzarle. Su grito de abandono abrió el camino para que pudiéramos ser curados: el cuerpo y el alma reintegrados, cada persona reincorporada a las relaciones humanas, los desvalidos recuperados en comunión con Dios mismo (Mateo 27:46). No necesitamos ir a ninguna parte. En medio del sufrimiento y la confusión, el desdichado indefenso puede golpearse el pecho y gritar pidiendo ayuda, y Dios vendrá y resolverá todas las complicaciones de la vida.

Un mundo en el que cada persona escala su propia montaña personal, tratando de llegar a la cima para encontrar algo bueno, no es un mundo de belleza y bondad. Es un mundo duro, un mundo de arrogancia y crueldad. Claro, está bien que hagas algún «trabajo» contigo mismo. Al final cedí y adopté un rastreador de hábitos. Intento volver a aprender un idioma que antes hablaba con fluidez. Anotar todos los días que practico me ayuda a seguir adelante. Y es cierto que arrastro inseguridades inútiles que sería útil eliminar de mi paisaje emocional. Debería estar más agradecida por mi cuerpo físico y preocuparme mucho menos por lo que los demás piensen de mí. Pero en el fondo, si ésa es la totalidad de mi vida espiritual, sólo estoy añadiendo tierra a una montaña que se derrumbará, de un modo u otro, al final de los tiempos. Mejor me rindo y dejo que Dios ordene mis días mientras aún los tengo.

Anne Kennedy, MDiv, es la autora de Nailed It: 365 Readings for Angry or Worn-Out People, rev. ed. (Square Halo Books, 2020). Tiene un blog sobre actualidad y tendencias teológicas en Standfirminfaith.com.

NOTAS

  1. Todas las citas bíblicas provienen de la versión Reina Valera 1960.
  2. Brianna Wiest, The Mountain Is You: Transforming Self-Sabotage into Self-Mastery (Brooklyn, NY: Thought Catalog Books, 2020), 28–29, Kindle Edition.
  3. Wiest, The Mountain Is You, 8.
  4. Wiest, The Mountain Is You, 8.
  5. Brianna Wiest, 101 Essays That Will Change the Way You Think (Brooklyn, NY: Thought Catalog Books, 2018).
  6. Wiest, The Mountain Is You, 8.
  7. Wiest, The Mountain Is You, 150.
  8. Wiest, The Mountain is You, 8–10.
  9. Wiest, 101 Essays, 77, Edición para Kindle. Pienso que la palabra inglesa «misgiving» (recelo, duda) no es la palabra que quiere utilizar.
  10. Wiest, 101 Essays, 184, Edición para Kindle.
  11. Para una breve introducción a la manifestación, véase Anne Kennedy, “Trusting Jesus in a Universe That Doesn’t Have Your Back: A Christian Looks at Manifesting,” Christian Research Journal 45, 01 (2022): 22–27; así como Postmodern Realities Podcast, “Episode 286, Trusting Jesus in a Universe That Doesn’t Have Your Back: A Christian Looks at Manifesting,” May 4, 2022, Christian Research Institute, https://www.equip.org/postmodern-realities/episode-286-trusting-jesus-in-a-universe-that-doesnt-have-your-back-a-christian-looks-at-manifesting/. Para una pespectiva secular, véase Tatiana Azman, “How Does Manifestation Work: A Guide to Manifest Your Dreams,” October 28, 2022, MindValley.com, https://blog.mindvalley.com/manifestation/.
  12. Wiest, 101 Essays, 423.
  13. Wiest, 101 Essays, 423–24.
  14. La forma como Wiest trata el sufrimiento concuerda muy bien con la postura budista. Para una breve mirada al pensamiento budista, un buen punto de partida es el artículo de Hank Hanegraaff’s “What Are the Basic Beliefs of Buddhism,” Christian Research Journal, February 24, 2023, https://www.equip.org/articles/what-are-the-basic-beliefs-of-buddhism/.
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