Unas siete exhortaciones a los estudiantes universitarios

Author:

Louis Markos

Article ID:

JAV34523SP

Updated: 

Oct 3, 2023

Published:

Mar 28, 2023

Este artículo apareció por primera vez en la columna Viewpoint del Christian Research Journal, volumen 45, número 2/3 (2022). Para más información o para suscribirse al Christian Research Journal, haga clic aquí.


Traductor: Valentin Alpuche


Aunque su Divina Comedia tiene lugar en el año 1300, Dante no comenzó a escribirla hasta varios años después. Este lapso de tiempo permitió a Dante poner en boca de varios de sus pecadores y santos oscuras profecías que confunden a Dante el personaje cuando las escucha, pero que el Dante poeta sabe que se harán realidad en el año 1301. Esas profecías advierten del próximo exilio de Dante de su amada Florencia, que comenzará en 1301 y durará hasta su muerte dos décadas después.

Hombre prevenido vale por dos. Perdonen que empiece un ensayo dirigido a los estudiantes de bachillerato rumbo a la universidad con una nota tan lúgubre, pero el hecho es que la mayoría de las universidades de hoy en día se han vuelto tan prohibitivas como el Bosque Oscuro del Error en el que Dante se despierta antes de comenzar su épico viaje a través del infierno, el purgatorio y el paraíso. Constituidas sobre una visión posmoderna del mundo cada vez más radicalizada o acomodándose rápidamente a ella, los institutos y universidades estadounidenses —un número inquietante de las cuales afirman ser cristianas— han abdicado de su responsabilidad de formar a los estudiantes en la virtud y de medir lo que enseñan en función de los estándares culturales de bondad, verdad y belleza.

Sin embargo, hay esperanza. Advertido por las profecías que escucha en las tres etapas de su viaje, el personaje de Dante es capaz de prepararse para lo que está por venir y mantener los ojos fijos en su verdadera y segura ciudadanía en el Reino de Dios. Del mismo modo, los estudiantes universitarios que se preparan contra las presuposiciones filosóficas y las agendas políticas que subyacen en gran parte a la educación superior actual y que mantienen sus ojos fijos en la verdadera sabiduría que viene de lo alto pueden sobrevivir y prosperar en la universidad.

He aquí algunas cosas que debe y no debe hacer el cristiano que va a la universidad.

No adopte una actitud de privilegio. La actitud venenosa del privilegio ha llegado a infectar no solo a los estadounidenses seculares, sino también a los cristianos. Con demasiada frecuencia, los creyentes son tan rápidos como los no creyentes en exigir que sus deseos, necesidades especiales e idiosincrasias sean atendidas por padres, maestros, líderes gubernamentales e incluso ministros. Este problema, que ya era grave en 2020, se ha agravado tras dos años de cuarentena pandémica. Cada vez son más los estudiantes que, con el apoyo de sus padres, esperan que los profesores les proporcionen un vídeo o apuntes detallados de una clase que se han saltado voluntariamente porque tenían otra cosa que hacer.

Yo llamo a esta actitud venenosa, pero cancerosa podría ser una mejor palabra para describir el ethos del privilegio: uno que afecta a las personas a un nivel casi celular, transformándolas lentamente de discípulos dispuestos a aprender a consumidores que exigen un producto bajo sus propios términos. Los cristianos conservadores se han opuesto con valentía a las presuposiciones del posmodernismo, pero se han cambiado demasiado rápido al bando del consumismo.

Agradezca la oportunidad que tiene de estudiar. Si desea fortalecerse contra la narrativa de victimización que sustenta gran parte del pensamiento postmoderno, entonces debe comenzar por dejar de lado sus propias demandas de un trato especial. El privilegio engendra resentimiento y el resentimiento aplasta la gratitud. Si no estás agradecido por la oportunidad de ir a la universidad, te creerás cada punto de la agenda progresista que juegue con la cruda fibra de tu resentimiento.

Sin embargo, si entras a la universidad con un espíritu de gratitud y lo mantienes durante cuatro años, descubrirás que tu corazón, tu alma y tu mente serán más receptivos a aprender lo que es bueno, verdadero y bello en las humanidades y las ciencias. Y aprenderás esas cosas a pesar del giro progresista que muchos de tus profesores darán a las materias que enseñan. El corazón con privilegios juzga lo que lee en función de sus propias amargas y egocéntricas emociones; en cambio el corazón agradecido recibe lo que se le ofrece con un espíritu abierto, gozoso y dispuesto a aprender.

No te conviertas en un cínico. El ethos del privilegio es el enemigo del verdadero aprendizaje, pero hay algo aún peor, algo que lo mata en seco: el cinismo. Desconfía de compañeros o profesores que te hagan creer que la sabiduría y el escepticismo son sinónimos. Evita relacionarte con burlones, detractores y escarnecedores. No te permitas ver el mundo a través de los ojos de quienes se enorgullecen de «haberlo visto todo».

Son aquellos que se sitúan a sí mismos por encima de los Grandes Libros,1 que se niegan a dejarse «seducir» por ellos, a dejarse «engatusar» por sus pretensiones de encarnar verdades de valor perenne y universal. Son los que se consideran «espabilados», los que han descubierto que en los Grandes Libros no acechan la bondad y la belleza, sino la opresión económica, el poder político y la represión sexual. No disfrutan de los libros; los utilizan.

Acercarse al conocimiento con asombro y admiración. Sócrates, Platón y Aristóteles creían que el conocimiento comienza con el asombro. Al igual que la gratitud es el polo opuesto del resentimiento, el asombro es la enemistad perpetua del cinismo petulante. Deja que los libros que estudias te saquen de ti mismo hacia ideas y realidades que trascienden los estrechos límites de nuestra política, economía y tecnología. En lugar de convertirte en alguien orgulloso de mirar por encima del hombro todas esas obras «privilegiadas» e instituciones «opresoras» que has «visto pasar», conviértete en un estudiante que mira hacia arriba, hacia todas esas maravillas, misterios y milagros que te llaman para ir más allá del orgullo cultural, los prejuicios y el parroquialismo.

Es famosa la afirmación de Sócrates de que su sabiduría consistía en saber que sabía muy poco. Sócrates no hizo esta afirmación por un sentimiento de falsa humildad, sino como reconocimiento de que hay más cosas en el cielo y en la tierra de las que podemos comprender, y que tal constatación debería suscitar en nosotros un humilde asombro en lugar de un cínico desdén. Si comienzas tus clases con la respiración contenida, hambriento de un encuentro con la virtud, el significado y el designio, entonces te llenarás de una sabiduría que hace crecer en lugar de hinchar.

No juzgues el pasado. El cinismo y el privilegio suelen ir de la mano de un incuestionable sentido de superioridad sobre las creencias y logros de nuestros antepasados. Si afrontas tu educación universitaria con esa actitud, realmente no aprenderás nada. Te limitarás a confirmar los prejuicios y las intolerancias que trajiste contigo.

El pasado no es un objeto muerto que hay que estudiar desapasionadamente, sino una tradición viva con la que hay que dialogar. Aquellos cuya orientación hacia el mundo grecorromano antiguo o la Edad Media es de juicio y desdén se aíslan de cualquier encuentro real con las luchas, los héroes y las contribuciones de las épocas que dieron origen a Europa y América. Son los que tienen ojos, pero no ven, y oídos, pero no oyen (Mateo 13:16). Permanecen fijos en su cámara de eco progresista sin importar cuántas obras clásicas estudien.

Disponte a aprender del pasado. No estás en la universidad para anular el pasado, sino para anular tu propia ignorancia sobre el pasado. Los «hombres blancos y muertos» que fueron autores de los Grandes Libros no eran perfectos, pero tampoco lo somos nosotros, que vivimos en el «ilustrado» siglo XXI. Es cierto que hemos superado algunas de sus debilidades y pecados, pero también nos hemos alejado de muchas de sus fortalezas y virtudes.

No malgastes tiempo y energía midiendo a Virgilio, Dante, Shakespeare o Milton con los estándares actuales de moda contemporáneos. Disponte a aprender a sus pies y, durante un tiempo, a ver el mundo a través de sus ojos. Por supuesto, no debes abandonar tu discernimiento moral o intelectual. ¡Ni mucho menos! Pero debes dejar de escuchar las quejas posmodernas durante el tiempo suficiente para oír, oír de verdad, lo que dicen los autores. Los Grandes Libros ofrecen la destilación de lo mejor que se ha pensado a lo largo de los siglos. Primero aprende a escuchar; después, ¡escucha y aprende!

El punto de vista histórico. En la vigésimo séptima carta de sus Cartas de Screwtape (1942), C. S. Lewis hace que su demonio mayor, Screwtape, explique a su sobrino, Wormwood, que, si los humanos de la época actual realmente estudiaran y aprendieran de los humanos del pasado, podrían percibir las tentaciones de los demonios con facilidad. Pero no se preocupe, Screwtape le asegura a Wormwood, la mayoría de los humanos no leen libros antiguos y por lo tanto carecen de la defensa contra la tentación que los libros podrían haberles enseñado.

Sí, están esos molestos académicos que dedican su vida a leer y estudiar los libros antiguos, ¡pero no te intimides! Quienes los leen son las últimas personas del mundo que pueden beneficiarse de ellos. ¿Por qué? Porque los demonios les han inculcado cuidadosamente el «punto de vista histórico»: «cuando a un hombre erudito se le presenta cualquier afirmación de un autor antiguo, la única pregunta que nunca se hace es si es cierta».2

Cómo resistirse. Hasta que no te preguntes seriamente si los libros que lees en la universidad son verdaderos o no, no te sentirás ni convencido ni desafiado por ellos. Mientras los mantengas a distancia, mientras los trates como artefactos que hay que sopesar y filtrar en lugar de como tornos con los que moldear tus creencias y comportamientos, te dejarán intacto y sin cambios.

Es importante estudiar los hechos sobre los libros: cuándo y cómo se escribieron; quién influyó en ellos; a quién influyeron. Pero hasta que no estés dispuesto a tratarlos como fuentes de sabiduría a las que debes rendir cuentas, seguirán siendo tan inútiles e inertes como tu educación posmoderna. – Louis Markos

Louis Markos, PhD, profesor de inglés y académico residente en la Houston Baptist University, ocupa la cátedra Robert H. Ray de Humanidades; entre sus 23 libros figuran The Myth Made Fact: Reading Greek and Roman Mythology through Christian Eyes (CAP, 2021), y From Plato to Christ: How Platonic Thought Shaped the Christian Faith (IVP, 2021).

NOTAS

  1. Los Grandes Libros, que durante mucho tiempo han constituido la columna vertebral de la educación en artes liberales, consisten en obras probadas por el tiempo centradas en temas y preguntas universales con las que todos los seres humanos deben luchar. Incluyen obras de Homero, Sófocles, Platón, Aristóteles, Cicerón, Virgilio, Agustín, Aquino, Lutero, Shakespeare, Milton, Descartes, Pascal, Austen, Dostoievski, Tolstoi, Wordsworth, Tennyson, Nietzsche, Freud, Marx y Eliot.
  2.  C. S. Lewis, Las cartas de Screwtape, ed. rev. (1942; Nueva York: Collier, 1982), 12

 

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