Según Jesucristo, los que se arrepienten de sus pecados y lo reciben como Salvador y Señor “nacen de nuevo” (Juan 3:3). Y con este nacimiento espiritual debe venir el crecimiento espiritual. Es crucial, por lo tanto, estar íntimamente familiarizado con el ABC del crecimiento espiritual.
En primer lugar, ninguna relación puede florecer sin una comunicación constante y sincera. Esto es cierto no sólo en las relaciones humanas, sino también en nuestra relación con Dios. Si queremos cultivar una relación sólida con nuestro Salvador, debemos estar en constante comunicación con Él. La manera de hacerlo es a través de la oración.
Además, es crucial que dediquemos tiempo a leer la Revelación escrita de Dios: la Biblia. La Biblia no sólo constituye la base de una vida de oración eficaz, sino que también es fundamental para todos los demás aspectos de la vida cristiana. Mientras que la oración es nuestra principal forma de comunicarnos con Dios, la Biblia es la principal forma que tiene Dios de comunicarse con nosotros. Nada debe tener prioridad sobre adentrarse en la Palabra y hacer que la Palabra entre en nosotros. Si fallamos en alimentarnos de forma balanceada regularmente, eventualmente sufriremos las consecuencias físicas. Aquello que es verdad con el hombre exterior es también verdad con hombre interior. Si no nos alimentamos regularmente de la Palabra de Dios, moriremos de hambre espiritualmente.
Por último, es crucial que los nuevos creyentes se conviertan en participantes activos de una iglesia sana y balanceada. En las Escrituras, se hace referencia a la iglesia como el cuerpo de Cristo. Al igual que nuestro cuerpo físico es uno, pero tiene muchas partes, el cuerpo de Cristo es uno, pero se compone de muchos miembros (1 Corintios 12). Quienes reciben a Cristo como Salvador y Señor de sus vidas ya forman parte de la Iglesia universal. Sin embargo, es crucial que todos los cristianos se conviertan también en miembros vitales y que se multipliquen en un cuerpo local de creyentes. Como dijo célebremente San Cipriano: “Nadie puede tener a Dios por Padre, si no tiene a la Iglesia por madre”.
Y todo aquel que participa de la leche es inexperto en la palabra de justicia, porque es niño; pero el alimento sólido es para los que han alcanzado madurez, para los que por el uso tienen los sentidos ejercitados en el discernimiento del bien y del mal.
Hebreos 5:13–14 LBLA
Para un estudio más profundo, véase Hank Hanegraaff, Truth Matters, Life Matters More: The Unexpected Beauty of an Authentic Christian Life [La Verdad Importa, La Vida Importa Aún Más: La belleza inesperada de una vida cristiana auténtica] (Nashville: W Publishing Group, 2019).