Como padre de doce hijos, a veces sé lo que mis hijos necesitan antes de que me lo pidan. Sin embargo, lo que yo, como padre terrenal, sólo sé a veces, nuestro eterno Padre celestial siempre lo sabe. Ese hecho conduce inevitablemente a la pregunta: “Si Dios sabe lo que necesitamos incluso antes de que se lo pidamos, ¿por qué molestarse en pedirlo?”.
En primer lugar, es crucial reconocer que la súplica no debe considerarse como la única suma y sustancia de nuestras oraciones. Lejos de ser meramente un medio para presentar nuestras peticiones diarias a Dios, la oración es un medio para perseguir una relación dinámica con Él.
Además, Dios no sólo ordena los fines, sino también los medios. Así, preguntarse: “¿Para qué orar si Dios ya sabe lo que necesitamos?” es semejante a preguntarse: “¿Para qué vestirse por la mañana e ir a trabajar?”. Es más, si Dios va a hacer lo que va a hacer de todos modos, ¿para qué molestarse en hacer cualquier cosa? Dios ha ordenado que tanto el trabajo que hacemos como las oraciones que pronunciamos produzcan resultados. El hecho de que Dios conozca el futuro no implica que nuestro futuro esté fatalmente determinado, igual que nuestro conocimiento de que el sol saldrá no hace que el sol salga.
Por último, aunque nuestro Padre celestial sabe lo que necesitamos antes incluso de que se lo pidamos, nuestras súplicas son en sí mismas un reconocimiento de nuestra dependencia de Él. Y esa es razón suficiente para “orar sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17).
Adaptado de: La oración de Jesús
“Cuando oren, no uséis vanas repeticiones como
como hacen los paganos. Porque piensan que serán
serán escuchados por sus muchas palabras. Por eso
no sean como ellos. Porque su Padre sabe
las cosas que necesitan antes de pedírselas”.
Mateo 6:7–8 LBLA
Para un estudio más profundo, véase Hank Hanegraaff, The Prayer of Jesus: Secrets to Real Intimacy with God (Spanish Version)[La Oración de Jesús: Secretos para una Intimidad Real con Dios] (Nashville: W Publishing Group, 2001).