La importancia de la doctrina cristiana esencial no puede exagerarse. En primer lugar, estas son las enseñanzas que marcan la línea que separa el reino de Cristo y el reino de las sectas. Mientras que podemos debatir sobre lo no esencial sin dividirnos, cuando se trata de la doctrina cristiana esencial debe haber unidad. De ahí la máxima: En lo esencial, unidad; en lo no esencial, libertad; y en todo, caridad.
Además, la doctrina cristiana esencial es la estrella polar que marca el rumbo del cristianismo. Al igual que la estrella polar es un punto de referencia inmutable con el que los marineros guían con seguridad sus barcos, la doctrina cristiana esencial ha guiado con seguridad a la Iglesia a través de las tormentas doctrinales que han intentado hundirla. Las estrellas fugaces pueden iluminar el cielo por un momento; seguirlas, sin embargo, conduce al naufragio.
Por último, la doctrina cristiana esencial es el fundamento sobre el que descansa el evangelio de Jesucristo. Abarcando temas que van desde Su deidad hasta la certeza escatológica de que aparecerá por segunda vez para juzgar a vivos y muertos, la doctrina cristiana esencial es fundamental para el Evangelio. Todas las demás religiones comprometen, confunden o contradicen estos aspectos esenciales. Los musulmanes, por ejemplo, denuncian dogmáticamente la doctrina de la deidad única de Cristo como el pecado imperdonable del shirk, de poner algo creado al mismo nivel que el Creador. Afirman sin reparos la impecabilidad de Cristo, pero niegan rotundamente su sacrificio en la cruz y su posterior resurrección como única esperanza de salvación.
Me apasiona tanto inscribir lo esencial en la tablilla de su corazón que lo he organizado en torno al acrónimo D-O-C-T-R-I-N-A. Es mi oración que usted se familiarice tanto con la doctrina cristiana esencial que cuando una falsificación se asome en el horizonte usted la reconozca instantáneamente.
DEIDAD DE CRISTO. El testimonio bíblico es claro y convincente de que Jesucristo es el eterno Dios Creador (Juan 1; Colosenses 1; Hebreos 1; Apocalipsis 1). A lo largo de Su ministerio terrenal, Jesús afirmó ser Dios de palabra y obra (Marcos 14:61-62; Juan 5:18, 20; 8:58; 10:30-33). Reivindicó Su afirmación de deidad viviendo una vida sin pecado (Juan 8:46; 2 Corintios 5:21; Hebreos 4:15; 1 Juan 3:5; 1 Pedro 2:22); manifestando Su poder sobre la naturaleza (Marcos 4:39), sobre los ángeles caídos (Lucas 4:35), sobre la enfermedad (Mateo 4: 23), e incluso sobre la misma muerte (Juan 4:50; 11:43-44; 1 Corintios 15); y profetizando con exactitud el juicio de Dios sobre Jerusalén mediante la destrucción del templo que tuvo lugar en el año 70 d.C. (Mateo 24:1-2, 32-35).
ORIGINALIDAD DEL PECADO (también conocido como pecado ancestral). El pecado no es sólo asesinato, violación o robo. El pecado se refiere a cualquier pensamiento, palabra, hecho, o estado de ser que no cumple con la norma de Dios de santidad y perfección. La Biblia proclama sin ambigüedad que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Aunque la noción de maldiciones y espíritus generacionales es ajena al texto de las Escrituras, hay un sentido en el que todas las personas están malditas como resultado del pecado de un antepasado: La rebelión de Adán nos trajo la muerte a todos y contaminó todos los aspectos de nuestro ser (Génesis 3; 1 Corintios 15:21-22; cf. Efesios 2:3). Dios, sin embargo, ha provisto la redención a través de la obra expiatoria del Segundo Adán, Jesucristo (Romanos 5:12-21).
CANON. Las Escrituras hebreas junto con el Nuevo Testamento griego constituyen el canon cristiano (que significa “patrón de medida”). Mientras que la inspiración proporciona la autoridad divina para las Escrituras (2 Timoteo 3:16), la canonización proporciona el reconocimiento humano de esa autoridad. Como tal, el canon fue determinado por Dios y descubierto por los padres de la Iglesia, que aceptaron los libros como parte del canon sobre la base de que eran ampliamente utilizados dentro de las iglesias y, en última instancia, trazables a la autoridad de los apóstoles y profetas. Los herejes no tienen la llave a la mente de la Escritura. Así, la tuercen a conveniencia. Se proponen, decía San Ireneo, “tejer cuerdas de arena”, y con ello “desmembrar y destruir la verdad”.
TRINIDAD. Aunque la palabra Trinidad no se encuentra en la Biblia, codifica adecuadamente las verdades bíblicas esenciales de que (1) hay un sólo Dios (Deuteronomio 6:4; Isaías 43:10); (2) el Padre es Dios, el Hijo es Dios y el Espíritu Santo es Dios (1 Corintios 8:6; Hebreos 1:8; Hechos 5:3-4); y (3) el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son sujetos eternamente distintos (Mateo 28:19; Juan 15:26; 17:1-26). Es importante señalar que cuando los trinitarios hablan de un Dios, se refieren a la naturaleza o esencia de Dios. Además, cuando hablan de Sujetos o Personas, se refieren a autodistinciones personales dentro de la Divinidad. En otras palabras, los trinitarios creen en un Qué y tres Quiénes.
RESURRECCIÓN. Los cuatro Evangelios canónicos registran la resurrección corporal de Jesucristo de entre los muertos. El hecho inmutable de la resurrección de Jesús es la piedra angular de la fe cristiana, porque no sólo reivindica las pretensiones de deidad de Jesús, sino que también asegura nuestra futura resurrección corporal y nuestra unión con Dios (1 Corintios 15; 1 Tesalonicenses 4:13-18). La realidad histórica de la resurrección puede demostrarse por los relatos de testigos oculares del tormento fatal que sufrió Jesús en la cruz; la tumba vacía (el cristianismo primitivo no podría haber sobrevivido a una tumba identificable que contuviera el cadáver de Cristo); las apariciones de Jesús después de la resurrección; y la transformación de creyentes cuyas vidas se han visto radicalmente alteradas al experimentar al Señor resucitado.
IMANENCIA EN LA ENCARNACIÓN. La doctrina de la encarnación se resume acertadamente en las palabras del apóstol Juan: “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios […] Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1:1, 14). El claro testimonio de la Escritura es que, en la encarnación, Jesucristo fue, y seguirá siendo para siempre, plenamente Dios y plenamente hombre. Es decir, que el Hijo eterno de Dios—la segunda Persona de la Divina Trinidad—añadió a Sí mismo una naturaleza adicional de tal manera que existe como la unidad perfecta de una naturaleza divina y una naturaleza humana en una sola Persona (Juan 1; Colosenses 1). Como Theanthropos (“Dios-hombre”), el Cordero de Dios sin mancha (Juan 1:29) vivió una vida humana perfectamente libre de pecado y sufrió la muerte del pecador para expiar suficientemente los pecados de la humanidad (Romanos 5:1-21; Hebreos 10:11-18) y adoptarnos así en la familia de Dios. Mediante la adopción, nos convertimos por gracia en lo que el Hijo de Dios es por naturaleza: hijos de Dios. Dioses por gracia. Dioses por participación en la naturaleza divina (2 Pedro 1:4).
NUEVA CREACIÓN. La doctrina esencial de la Nueva Creación está adecuadamente codificada en las palabras del apóstol Pablo: “Si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Todos los que creen en la resurrección de Jesucristo y lo confiesan como Señor se reconcilian con Dios y heredan la vida eterna en Su gloriosa presencia (Juan 3:16; Romanos 10:9-10). La resurrección de Jesús de entre los muertos inauguró la renovación de todas las cosas. La nueva creación de los creyentes fieles y la nueva creación del mundo natural se consumarán en la resurrección, cuando Jesús regrese corporalmente a la tierra como Rey conquistador (Romanos 8:18-25).
ANHELADO FINAL. La palabra escatología es una palabra intimidante con un significado simple: el estudio del fin de los tiempos—un anhelado final para el creyente. Aunque el significado de la escatología es sencillo de comprender, es difícil exagerar su importancia. Lejos de ser una mera rama en el árbol teológico, la escatología es la raíz que da vida y lustre a cada fibra de su ser. Dicho de otro modo, la escatología es el hilo que teje el tapiz de las Escrituras en un patrón armonioso. Es el estudio de todo lo que anhelamos y esperamos. Al principio del Génesis, Adán y Eva cayeron en una vida de pecado constante que terminó con la muerte. El resto de la Escritura narra el desarrollo del plan de redención de Dios. Aunque los cristianos debaten aspectos secundarios de la escatología, como el momento de la Tribulación o el significado del Milenio, estamos unidos en la verdad de que, al igual que Cristo vino una vez a la tierra para cargar con los pecados del mundo, también volverá para reunir a los elegidos y dar paso a la resurrección de todas las cosas (1 Tesalonicenses 4:13-18; Hebreos 9:27-28). En ese día, los justos serán resucitados a la vida eterna y los injustos al tormento consciente eterno y a la separación del amor y la gracia de Dios (Juan 5:28-29). El paraíso perdido se convertirá en el paraíso restaurado, y el problema del pecado y de Satanás quedará plena y finalmente resuelto (Apocalipsis 20-22).
Ten cuidado de ti mismo y de la doctrina;
persiste en ello, pues haciendo esto,
te salvarás a ti mismo y a los que te oyeren.
1 Timoteo 4:16 LBLA
Los principios esenciales de la fe cristiana son, entonces:
DEIDAD DE CRISTO
ORIGINALIDAD DEL PECADO
CANON
TRINIDAD
RESURRECCIÓN
IMANENCIA EN LA ENCARNACIÓN
NUEVA CREACIÓN
ANHELADO FINAL
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